
Por: Juan Illich Hernández
Durante este próximo mes de marzo se estarán conmemorando un sinnúmero de eventos y fechas sumamente particulares en lo que concierne al 8M (8 de marzo) o día internacional de la mujer. Como es de costumbre, siempre se toma en cuenta la causa, pero no el fin del porqué retomar no solo el día, sino también la calle. Ante esta sutil, pero atroz situación que confronta la mujer al sol de hoy, se hace meritorio el rescatar uno de los póstumos y emblemáticos poemas de nuestra prócer, plus poetisa nacional Julia de Burgos titulado “Yo fui la más callada”.
Al desempolvar uno de los invaluables poemas de Julia de Burgos, encontramos que esta pieza casi intacta y hasta desconocida por sus seguidores resalta nuevamente la transformación, la libertad e inclusive la erotización vía el mar. A pesar de que cada uno de estos rasgos característicos estén presentes en otros poemarios aún se mantiene en vigor el cuestionamiento acerca del cuerpo y la identidad como líneas de fuga ante la opresión de la cultura.
Es por ello, que al delinear que “Yo fui la más callada” este manifestando más allá de descontento, angustia, molestia, entre otros, denuncia la indignación social ante los diversos mares de emociones que soporta, tanto el mar como la mujer.
Evidentemente, ha sido la mujer el motor de la historia, hecho social que al no ser bien visto y hasta aceptado en otras latitudes del mundo se les vetó de ser la figura líder de la civilización. Gran parte de todas estas venganzas y subordinaciones domésticas provienen de la occidentalización la cual privilegiaba al régimen patriarcal versus matriarcal.
Con el despertar de la voz interior y lograrse exteriorizar por medio de la intercomunicación del arte, justamente como lo ha hecho Julia de Burgos es que la luminiscencia femenina trasciende todo tipo de ámbito material como inmaterialmente. De hecho, gracias al arte en sí, es que se ha abierto camino a la inclusividad y estudios de la mujer. Por tal razón, es que el hacer del cuerpo femenino en sí un arma política resulta a su vez una forma práctica y revolucionaria para combatir contra las atrocidades histórico- culturales que impone el orden establecido. Dentro de esta mirada vanguardista y sumamente adelantada a sus tiempos es que está situada la teoría- práctica de Julia de Burgos.
Fuera de toda protesta, agitación, denuncia, etc. el 8M va mucho más allá de lo que se persigue como conmemoración o reclamo ya que su objetivo descansa en la palabra por encima de la acción. Es ese entrelace entre la reflexión y acción que el ser humano adquiere conciencia no solo de sí, sino también de lo social. Aunque parezca algo intransferible, superficial y contraproducente las diversas maneras de retar lo prestablecido es grande la incesante lucha que ha tenido la mujer a lo largo de la historia humana. El tan solo persistir la pelea y el hacer de ella un acto internacionalista ya marca un hito en la historia de los pueblos por el sentido de orgullo/dignidad humana.
En efecto, el decir “Yo fui la más callada” es rugir ante el asfixiante abuso que la represión social dicta como aparente “normalidad” sea entre los sexos como en los seres humanos en general. Por tanto, el leer a Julia de Burgos es traducir la efigie de la femineidad puertorriqueña al arte. De ahí la obligación de tomar las armas de las palabras y manifestarlas con lo que tengamos a dispensas, es decir, el cuerpo humano.
Columna del Taller de Investigaciones
Históricas Juan D. Hernández
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