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Foto del escritorEditorial Semana

Yo también tengo un sueño




Por: Myrna L. Carrión Parrilla


Iniciamos la semana con la conmemoración de la obra y legado de Martin Luther King, quien fue un pastor y activista estadounidense que desarrolló una labor crucial en los Estados Unidos al frente del movimiento por los derechos civiles, fue un activista en contra de la guerra de Vietnam y luchó contra la pobreza en general, entre otros.


Por sus luchas, fue condecorado con el premio Nobel de la Paz. Estas lograron la promulgación de la ley de Derechos Civiles de 1964 y la ley del Derecho al voto de 1965.


Martin Luther King destaca entre sus mensajes el que tituló como “I have a dream”, Yo tengo un sueño, el que marcó pautas históricas en las luchas de los que formaron lo que hoy conocemos como el pueblo norteamericano, estas continúan y si s ebasaran en estos legados, podrían avanzar y encaminarse a ser una sociedad de paz y más justa.


Decía Luther King en su discurso y cito, “cuando los arquitectos de la república norteamericana escribieron las palabras de la Constitución y la Declaración de Independencia, firmaban una promisoria nota de la que todo estadounidense sería heredero. Esa nota era una promesa de que todos los hombres tendrían garantizados los derechos inalienables de vida, libertad y búsqueda de la felicidad. Es obvio hoy que Estados Unidos ha fallado en su promesa en lo que respecta a sus ciudadanos de color. En vez de honrar su obligación sagrada, Estados Unidos dio al negro un cheque sin valor que fue devuelto con el sello de ‘fondos insuficientes’. Pero nos rehusamos a creer que el banco de la justicia está quebrado. Nos rehusamos a creer que no hay fondos en los grandes depósitos de oportunidad en esta nación. Por eso hemos venido a cobrar ese cheque, un cheque que nos dará las riquezas de la libertad y la seguridad de la justicia.


También hemos venido a este lugar sagrado para recordarle a Estados Unidos la urgencia feroz del ahora. Este no es tiempo para entrar en el lujo del enfriamiento o para tomar la droga tranquilizadora del gradualismo. Ahora es el tiempo de elevarnos del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el iluminado camino de la justicia racial. Ahora es el tiempo de elevar nuestra nación de las arenas movedizas de la injusticia racial hacia la sólida roca de la hermandad. Ahora es el tiempo de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios”.


Al igual que Luther King, (y vuelvo a citarlo) “les digo a ustedes hoy, mis amigos, que pese a todas las dificultades y frustraciones del momento, yo todavía tengo un sueño”. Un sueño basado en nuestro suelo puertorriqueño. Sueño con un país en el que vuelvan a surgir espacios y oportunidades para que la mayoría de nuestros jóvenes sea en su Tierra que puedan progresar. Sueño con un país en el que el respeto a la vida regrese, la fe sea el centro de nuestras vidas, en el que la unión familiar y el respeto al ser humano este por encima de todo. Sueño con un país en el que todas nuestras escuelas vuelvan a ser centros de formación de hombres y mujeres competentes, de carácter e integridad. Sueño con un pueblo que valore la educación y como era antes, la reclame como parte de las características con que de contar quienes nos quieran liderar. Sueño con un pueblo que aspire a disfrutar el valor de luchar y vivir de aquello que nos da honra y no del crimen y las cosas fáciles. Sueño con un pueblo en el que conozcamos al vecino, se respete y valore a los viejos, el gobierno sea para servir a todos y no para servirse, que se respete la vida y nuestras tradiciones se protejan. Me rehúso a creer, que el banco de la esperanza en nuestro país, este quebrado.


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