Autogestión yautosuficiencia económica
- Editorial Semana
- 17 abr
- 2 Min. de lectura

Por: Prof. Luis Dómenech Sepúlveda
A la luz del comportamiento autocrático, destemplado y estrangulador del flamante presidente Donald Trump, todo parece indicar que la emancipación económica y política de Puerto Rico es un imperativo impostergable. Desde la conquista en 1898, Estados Unidos no solamente ha obstaculizado nuestro propio desarrollo y crecimiento económico, sino que nos ha convertido en consumidores compulsivos de su propio sistema económico como también en uno de los países de mayor dependencia de fondos federales. Todo ello, en aras de beneficiar a sus empresarios agrícolas al importar más del 85% de los productos de uso y consumo mientras fortalecen sus intereses hegemónicos. De modo que, los grandes beneficiarios de esta ecuación colonial son sus grandes empresarios agrícolas, industriales y desarrollistas dado que, el grueso de los fondos federales asignados a Puerto Rico, regresan casi en su totalidad a sus cuentas bancarias en Estados Unidos. De ahí el férreo control colonial sobre la voluntad nacional de los puertorriqueños haciéndonos creer que el colonialismo es una virtud divina y la más digna y honrosa manera de enfrentar las necesidades impuestas por el capitalismo depredador de nuestros tiempos.
Pero nada más lejos de la verdad. Desde entonces, Puerto Rico ha sido sometido a las más burdas, indignas y humillantes prácticas de dependencia y explotación cuyos resultados han probado ser catastróficos. Desde 1898, más de cinco millones de puertorriqueños han tenido que abandonar el País mientras crece vertiginosamente el desplazamiento gradual de los puertorriqueños ante la implacable ofensiva de la gentrificación impulsada por el capitalismo estadounidense. De ahí la lastimosa expresión “Puerto Rico sin puertorriqueños”.
De modo que, ante la actitud estranguladora de Donald Trump, entendemos que nos ha llegado el momento de emprender el camino, con voluntad, valor y sabiduría, hacia la soberanía económica, política y existencial a manera de ser nosotros mismos. Países como Barbados, Bahamas, Jamaica, Trinidad & Tobago, Marta y Singapur han logrado estabilidad y desarrollo económico desde que dejaron de ser colonias. Se trata, sin duda, de una decisión impostergable para la sobrevivencia nacional de un país que, tras 532 años de colonialismo, se niega a desaparecer como país caribeño y latinoamericano. Solo se requiere una alta dosis de desprendimiento, voluntad y lealtad patriótica.
Por supuesto, los corruptos y saqueadores del pueblo no tienen cabida en esta empresa impostergable. Tras cinco siglos de colonialismo, dependencia perniciosa y corrupción antipatriótica, proponemos una cumbre entre los puertorriqueños de buena voluntad para la elaboración de un plan nacional a manera de impulsar el potencial de desarrollo y crecimiento económico y humanitario del pueblo puertorriqueño. El talento creativo de los puertorriqueños es inconmensurable.
Ya lo dijo Tulio Cicerón 55 años A.C.: “El presupuesto debe ser equilibrado; el tesoro debe ser reaprovisionado; la deuda pública debe ser disminuida; la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser erradicada; las ayudas deben ser comedidas y la gente debe aprender de la autogestión y autosuficiencia en lugar de vivir a costa del Estado”.
¡Atrevámonos a ser autosuficientes, emprendedores y auténticos puertorriqueños!
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