Ciudad sitiada, drama cotidiano
- Editorial Semana
- 19 jun
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Por: Nitza Morán Trinidad
Para aquellos que aún continuamos observando muy de cerca lo que sucede con las deportaciones de los inmigrantes se nos hace cada vez más difícil entender lo que están viviendo día a día no solo los hermanos dominicanos sino todos los extranjeros con estatus migratorio no definido. Las decisiones drásticas del presidente de la Estados Unidos parecieran ser la réplica de cualquier territorio de combate convirtiendo las ciudades no en santuarios sino en ciudades sitiadas.
Si utilizamos este término de “ciudad sitiada” en contexto militar se trataría de como fuerzas armadas establecen bloqueos con el fin de limitar accesos de lugares con el objetivo de que la población se rinda mediante el aislamiento absoluto y que se sientan privados de cualquier movimiento ante la presencia constante de militares. ¿Algún parecido con las políticas públicas de este gobierno republicano es pura coincidencia? o pareciera una réplica exacta de los días que pasan estos inmigrantes.
En una técnica “trumpista” modificada a los hechos cotidianos que llevan a cabo las agencias federales cada vez que hacen los arrestos y los allanamientos. La metáfora se traduce en el drama cotidiano de lo que se vive en los sectores más vulnerables donde la alternativa ha sido el encierro físico como también el psicológico y social cuando deciden llegar de encubiertos o simplemente apoderarse de las calles de los vecindarios convirtiendo todo el operativo en una incertidumbre que atropella la libertad humana y se cuestiona la legalidad de los hechos. Lo ocurrido en California pareciera ser el detonante para la expresión colectiva de la indignación y la impotencia de no poder hacer nada solo estar atento de un arresto sorpresa que a veces se hacen por meras apariencias latinas. Las denominadas protestas “No Kings” o sea “No Reyes” han provocado que aquellas ciudades santuarios se apoderen de las calles para crear expresiones públicas en contra de lo que está pasando. Pero la indignación nos puede llevar a crear caos de destrucción a propiedades privadas o gubernamentales y que se traduzcan en más arrestos, que haya más heridos y que por consiguiente se afecte todo un ecosistema del diario vivir que no aporta a la paz del resto de los residentes teniendo además un costo económico por cierres parciales por daños u obstrucción a las áreas de convivencia urbana. La expresión pública se valora y se cataloga según lo logrado más sin embargo esto ha llevado a que ocurran no solo arrestos a indocumentados sino también a ciudadanos sin órdenes judiciales pendientes, a gobiernos compartiendo información con agencias federales, vigilancias encubiertos y presencia de agentes en escuelas, hospitales y hasta en las iglesias por mencionar algunos lugares. Así las cosas, la ciudad sitiada ya no solo es un espacio físico es una condición de trascendencia emocional más sin embargo algo si ha recobrado fuerza y es la organización comunitaria como forma de resistencia global. Las protestas son el ejemplo de la transformación de donde hay unión se vencen las diferencias.
La autora es senadora por San Juan, Aguas Buenas y Guaynabo
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