Crisis de gobernanza
- Editorial Semana
- 22 may
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Por: José “Conny” Varela
Se escucha con demasiada frecuencia que Puerto Rico es ingobernable. En tiempos recientes es una afirmación de puertorriqueños ante una sucesión de administraciones gubernamentales en crisis. Sin embargo, esa conclusión no es correcta.
Puerto Rico no es ingobernable. En los últimos años hemos tenido gobiernos incapaces que no han estado a la altura de los tiempos ni a la altura de nuestra nación.
La historia política moderna de nuestro país no había sufrido jamás de una sucesión tan desgraciada en términos de filosofía de gobernanza, ausencia de transparencia, falta de legitimación, y desprecio por la civilidad.
En ocasiones me he preguntado cuándo se gestó el virus de lo que hoy es una crisis vergonzosa en nuestra administración pública-política.
Recuerdo particularmente el tono humorístico y hasta de celebración con que se procesó en la discusión política de la época, el evento en que un candidato a la gobernación de Puerto Rico por el Partido Nuevo Progresista se burló y le sacó la lengua en pleno debate televisivo a su contrincante femenina del Partido Popular Democrático.
Aquel gesto imprevisto en nuestra tradición política marcó el inicio de nuevos estilos de campaña que resultaron tolerados y aplaudidos y luego migraron de la campaña al despacho del Primer Ejecutivo y a las sillas directivas de las agencias públicas.
Aquel gesto infantil, e irrespetuoso, evolucionó a un estilo de gobernar. Es el estilo al que nos tiene sometido el partido en el poder. El país lo sufre, pero seguimos en pie con paciencia y resistencia nacional. Hemos sufrido pacientemente la sucesión de administraciones carentes de legitimación, rechazadas por la mayoría de los electores puertorriqueños. Esto, sin embargo, no significa que adoptamos sus estilos de gobernar como los de gobernanza representativos de nuestras aspiraciones como pueblo.
Puerto Rico es gobernable, porque somos una gran nación. Una nación que sobrevive y mantiene sus estándares de civilidad porque somos grandes como Pueblo, a pesar de la incapacidad e inconsecuencia de todos los gobernantes que hemos tenido en tiempos recientes.
Que nadie se llame a engaño. La paciencia de la benevolencia popular tiene sus límites y una vez se quiebra, reclama contundentemente corrección. Un verano calentó el cultivo de un levantamiento nacional. Eso me hace pensar que ya estamos en el umbral del primer verano de esta administración.
El autor es legislador por Caguas en la Cámara de Representantes de Puerto Rico.
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