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  • Foto del escritorEditorial Semana

El largo ascenso de Roberto Ortiz


El alcalde William Miranda Torres (centro), comparte con un grupo estelar de árbitros: José ‘Guare’ Guzmán, Roberto, Roberto, padre y Rafael ‘Guare’ Guzmán.

Por Jorge L. Pérez/JPG Media Group

Fotos Pepo Pereira/Municipio de Caguas


De tal padre, tal astilla, aunque, en este caso, se trata de la madera de un bate de béisbol.


Roberto Ortiz, padre, aspiraba a convertirse en pelotero en sus años juveniles, hasta que un día, en el que estaba lanzando, el futuro ‘big leaguer’ Henry Cotto le conectó un jonrón tan kilométrico que se llevó enredadas sus aspiraciones juveniles.


Ortiz, que dirigió el equipo infantil en el que militaba su hijo, Roberto Carlos Ortiz, en Villa Blanca (Caguas), decidió entonces inscribirse en un seminario de arbitraje, lo aprobó, y terminó convirtiéndose en árbitro de béisbol.


Muchos años después, el destino quiso que su hijo siguiera ese mismo rumbo.

“Yo jugué en todas las categorías de Caguas -Villa Blanca, Villa Nueva- e incluso estuve en un equipo en el que el papá de Paquito Lindor era el dirigente y Paquito era el mascotita”, dijo Roberto, Jr., recordando al ahora estelar jugador de Grandes Ligas.


“De hecho nuestro equipo de Villa Blanca en los 13-14 años quedó campeón de Puerto Rico y fuimos a jugar en Pensilvania”.


Su ambición era también convertirse en pelotero, y, en efecto, gracias a eso consiguió una beca deportiva en el recinto de Cayey de la Universidad de Puerto Rico, donde alcanzó un bachillerato en educación física.


“Pero como ya sabía que no iba a jugar profesional, acepté una oferta para jugar en la Doble A, y estuve un año jugando en segunda base y el campo corto con Orocovis, y creo que lo hice bien”, dijo.


En esa temporada, sin embargo, Roberto sufrió una lesión de la muñeca izquierda, que hacía peligrar su carrera en el béisbol.


“Un día, mi padre, que ya era árbitro, me dijo que iban a dar un curso de arbitraje en el Solá Morales y yo fui, aunque lo hice con las muelas de atrás, porque en realidad todavía lo único que me interesaba era tratar de recuperarme de la lesión y seguir jugando béisbol”, dijo.

El padre dio su versión.


“Se lo sugerí porque lo vi como una alternativa para que se quedara cerca del béisbol, que tanto le gustaba, aunque no fuera jugando”, dijo.


Pero la vida da vueltas: este viernes 18 de febrero, en una actividad especial celebrada en el Solá Morales, Roberto, acompañado por su padre, fue objeto de un reconocimiento por parte el alcalde de Caguas, William Miranda Torres, por haber sido nombrado recientemente como el primer puertorriqueño en convertirse en árbitro permanente de Grandes Ligas.


En la actividad se recordó que el seminario de arbitraje al que había asistido por primera vez Roberto, Jr., lo había auspiciado el entonces alcalde William Miranda Marín, padre de Miranda Torres, y que uno de sus instructores lo fue el árbitro Rafael ‘Guare’ Guzmán, quien entonces era uno de los compañeros de Roberto, padre, y actualmente es el vicepresidente del Colegio de Arbitros, con más de 40 años de experiencia.


Guare también estuvo en la actividad, junto a su hermano y también árbitro, José.


Entrada al Colegio de Arbitros


Al graduarse de aquel seminario, Roberto entró al Colegio de Arbitros, la organización de árbitros más grande e importante de la Isla, para trabajar en todas las categorías.

“Mi primer juego fue en Clase A, pero después trabajé en todas desde las pequeñas ligas hasta la liga profesional en 2011-12”, recordó Roberto, quien, al mismo tiempo, estuvo cinco años trabajando como maestro de educación física en una escuela.


Eventualmente, se concertó la celebración en Puerto Rico de un curso de arbitraje dirigido por Jim Evans, el exárbitro de grandes ligas que dirigía la academia de arbitraje que era la que reclutaba árbitros para el béisbol organizado.


A Evans, Roberto le impresionó como árbitro de gran futuro y le concedió una beca completa para asistir a su academia, recibiendo también Roberto la ayuda económica del representante Conny Varela, quien asistió a la actividad de este viernes junto al también representante Jesús Santa, quienes le entregaron una proclama de la Cámara de Representantes felicitándolo por su logro.


“Algo bueno debía tener el barrilito de tocino”, dijo Varela, mencionando a la desaparecida ayuda legislativa con la que logró ayudar en su momento al joven árbitro.


Roberto se topó entonces con la barrera de que su inglés no era el mejor, pero, empeñado en aprovechar la oportunidad, reclutó la ayuda de una de las maestras de inglés de la escuela en que trabajaba para ponerse al día.


Nunca lo ha lamentado.


“Ahí la visión por el arbitraje me cambió cuando llegué a esa academia, donde vi todo el profesionalismo que había”, dijo.


Inicio en las ligas menores


Luego de graduarse, comenzó en 2007 su larga peregrinación por las ligas menores, desde Rookie hasta Triple A.


En 2015, finalmente, estando en Triple A, recibió la notificación de que se le estaba considerando para arbitrar algunos juegos de los entrenamientos primaverales de la liga grande, y que el primer paso sería arbitrar en la Fall League (liga de otoño), el torneo en el que participan los principales prospectos de los equipos de las Mayores.


“Eso siempre es así: el Fall League es la última evaluación antes de ir a ‘spring training’”, dijo.

Y obviamente, Roberto pasó todas las evaluaciones habidas y por haber, porque, el 14 de mayo de 2016, en el estadio de los Nacionales de Washington, tuvo su debut en grandes ligas en un juego contra los Marlins.


Pero eso todavía no significaba que había llegado: desde el 2016 hasta el 2021, Roberto fue incluido entre el peq ueño grupo de árbitros de liga menor que estaban como reservas de los de grandes ligas, dado que estos a veces tenían que ausentarse por enfermedad o por vacaciones.


Anualmente, sus asignaciones fueron en aumento, hasta en efecto pasar casi la totalidad de la temporada de 2021 en las Mayores, totalizando sobre 400 juegos de grandes ligas en su carrera.


Entre esos se encuentran dos momentos históricos: en abril 17 y 18 de 2018, se convirtió en el primer árbitro puertorriqueño en trabajar en un juego de Grandes Ligas en Puerto Rico, al participar en la serie de dos partidos jugados por los Indios de Cleveland y los Mellizos de Minnesota en Puerto Rico ese año.


“Fue un momento especial, el que tanto mi familia como mis amigos me vieran trabajar como árbitro de Grandes Ligas en mi isla”, dijo.


Y el 22 de mayo de 2019, Roberto trabajó en una serie de cuatro juegos en la que los Medias Rojas de Boston, dirigidos por Alex Cora, visitaron a los Azulejos de Toronto, dirigidos por el también puertorriqueño Charlie Montoyo, y estuvo de árbitro principal detrás del juego en el tercer partido, siendo esa la primera vez, por supuesto, que ambos dirigentes y el árbitro principal de un juego de Grandes Ligas eran puertorriqueños.


“Por lo regular los dirigentes solo van al plato a entregar los ‘lineups’ en el primer juego de una serie, y luego mandan a algún ‘coach’, pero esa vez Alex y Charlie fueron a entregarlos en el tercer juego para estar conmigo”, recordó.


Pero el ascenso a un puesto permanente en las Mayores no es automático: los árbitros son nombrados prácticamente a puestos vitalicios, y hay que esperar que haya vacantes para nombrar a un árbitro nuevo.


Después de la temporada de 2021, sin embargo, se retiraron Joe West, Gerry Davis, Kerwin Danley, Brian Gorman y Fieldin Culbreth, y Roberto -quien mantuvo el número 40 en el uniforme que le habían asignado desde 2016- estuvo entre los cinco nombrados, junto a Ben May, Ryan Additon, Sean Barber y John Libka.


West, de 69 años de edad, se retiró después de establecer una marca al arbitrar 5,460 juegos en las Mayores en una carrera de más de 40 años.


“Joe estaba arbitrando desde antes que yo naciera”, dijo Roberto, maravillado, “pero ya no creo que vuelvan a haber carreras como esa”.


Sí aclaró que aunque algunos medios especularon que Roberto había entrado por él, en realidad no fue así: “No entró uno por uno, sino cinco nuevos por los cinco que se retiraron, aunque quizá la gente me vinculó con Joe porque él era el más viejo y yo el primer puertorriqueño”.


El 3 de enero llegó la llamada


Recibió la grata nueva en una llamada que entró a su celular a las 8:00 p.m. del 3 de enero, cuando había regresado a Puerto Rico para estar junto a su padre, quien se recuperaba de una dolencia en un pie.


“Hablé con Rich Rierker (director del programa de Umpire Development) y Michael Hill, el presidente”, dijo Roberto. “Me dijeron que estaban al tanto del gran esfuerzo que había hecho y lo duro que había trabajado, superando incluso mis problemas con el inglés, y me felicitaron, diciéndome que estaban conscientes de que yo era el primer árbitro que venía de Puerto Rico”.


Sin embargo, no fue hasta varias semanas después que se hizo el anuncio oficial.


“Tuve que viajar allá para que me hicieran unos exámenes, que incluía los exámenes físicos habituales, pero también unas pruebas con ejercicios especiales”, dijo.


En Puerto Rico, el impacto de ese anuncio -que en realidad debe ser considerado entre los más importantes de la historia deportiva del país- ha ido acrecentándose poco a poco.


“Yo creo que, aparte de la gente que sigue los deportes, los demás han ido asimilándolo poco a poco”, dijo Roberto. “Para mí lo importante es que los jóvenes a los que les gusta el béisbol vayan dándose cuenta de que esta es otra opción”.


“Tampoco es como algunos puedan creerse, que estamos ganando millones, pero sí creo que voy a ganar un salario que me va a permitir vivir cómodamente”.


Aunque no reveló cifras, se tiene entendido que el salario base para un árbitro de primer año es de $150,000, que va aumentando según los años de experiencia y puede llegar hasta los $450,000.


Como se trata de un contrato anual, ‘de exclusividad’, Roberto no pudiera trabajar en la liga invernal boricua, como hizo por última vez en la penúltima temporada.


“Pero sí me gustaría ayudar en algo, quizá con clínicas, tanto a la liga profesional como a la Doble A”, dijo. “En la Doble A hay cada vez más peloteros que vienen del profesionalismo, y me parece que es importante que el arbitraje suba de nivel”.


Entretanto, Roberto se prepara ahora para el comienzo de una temporada de grandes ligas que no se sabe cuándo va a empezar.


“Yo tengo mi residencia en Florida, pero vengo a Puerto Rico a quedarme con los viejos”, dijo. “Y ahora mismo estoy en entrenamiento, no solo con mi entrenador personal, sino practicando en especial con la zona de strike: con la ayuda de un receptor y una máquina de vídeos, veo los lanzamientos y luego compruebo cuán lejos o cuán cerca estoy de la zona”.


A la edad de 37 años, pues, se está preparando, pues, para el comienzo formal de una carrera cada vez más llena de presiones, en la que “todas las jugadas son difíciles y ahora está el ‘replay’ y las cámaras para ver la zona de strike”.


Incluso MLB estará experimentando de nuevo con el uso de árbitros electrónicos en las menores, para cantar las bolas y los strikes.


“Pero estoy a favor del ‘replay’, porque por lo menos si uno comete un error, el error puede corregirse. Y presión… siempre la va a haber”.


“Para uno, en una época en que hay que enfrentar tantos retos, logros como los de Roberto lo llenan a uno de esperanza”, dijo el alcalde Miranda Torres antes de iniciar durante la actividad de reconocimiento un recorrido por el remozado Solá Morales junto a los Guare, y Roberto, padre. “Tu ciudad, Roberto, te agradece profundamente que seas el primer puertorriqueño y el primer cagüeño en ser un árbitro permanente de grandes ligas”.

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