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  • Foto del escritorEditorial Semana

El magisterio


Por: Myrna L. Carrión Parrilla


Soy hija de una maestra que llegó a ser Directora de escuela y ocupó varios puestos de supervisión en el Departamento de Educación. Y, a pesar de todos lo puestos que ocupó, su orgullo mayor es decir que es Maestra.


Provengo de una familia de educadores, pues mis tíos, eran maestros también, y me llenaba de orgullo cuando alguno de sus alumnos o ex-alumnos me identificaban como la sobrina del mister o la misis, como le decían.


Crecí respetando el magisterio. De igual manera, aprendí a identificar a las maestras y maestros, pues quien maestro o maestra era, se distinguía en la comunidad. El arreglo de sus cabellos, su vestimenta y su talento para crear y/o buscar soluciones les distinguía. ¿Quien dudaba que de un gran professional se trataba?


Siempre pensé que para un maestro todo era posible, pues lo que vi en mis familiares y los maestros que a través de ellos, en las escuelas donde trabajaban conocí, eran acciones dirigidas por un alto sentido de compromiso, creatividad y profesionalismo.


Hermosos salones adornados por cosas preparadas por ellos, pues en aquella época, más que tecnología, eran manualidades las que se tenían. Con sus manos, de cosas sencillas creaban los mejores recursos educativos para a sus alumnos poder educar. Se enseñaban las materias y tenían la capacidad de hacernos imaginar, soñar, pensar, crear criterio propio y desarrollar sensibilidad.


Crecí con un alto respeto por los maestros, no solo por lo que en casa aprendí, sino también por el respeto que estos inspiraban con todo aquello que los caracterizaba.


A pesar de venir de una familia de hogares con muchos hijos, nunca escuche a mis familiares maestros, quejarse de su salario, no porque fuera mucho, sino porque tal parecía que algo más los movía.


Alguna vez escuché a mi madre decir, que la labor de un maestro era tan grande y valiosa, que no habría nunca un salario que puediera pagarla y que la mejor paga era la satisfacción de econtrarse con sus ex-alumnos y disfrutar de sus logros, especialmente aquellos que por su jueventud, quizas pensaron que no lo lograrían.


Con muchas profesiones para los hijos se sueña, pero sin los maestros no se obtendrían. Hace años los padres ponían toda su confianza en los maestros y más recientemente, algunos padres quieren decirle al maestro como la clase deben dar, cosa increíble.


El sueldo actual de los maestros ha sido tema reciente, cosa que sin duda, merece ser debida y seriamente atendida. Que digan que la educación se ha afectado porque no hay justicia salarial, es asunto que nos debe preocupar, pues sería implicar que el compromiso y el profesionalismo se perdió, cosa que no puedo aceptar.


Sin duda, el magisterio necesita justicia salarial, pero sobretodo, necesita de hombres y mujeres que les ilusione educar y acepten ser parte del ejército magisterial.


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