Jóvenes en crisis
- Editorial Semana

- hace 5 días
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Por: Nitza Morán Trinidad
En los últimos días se ha dado a conocer una noticia alarmante: en Puerto Rico, las hospitalizaciones en instituciones de ayuda psicológica se han duplicado, y la mayoría de los casos corresponden a jóvenes que enfrentan crisis emocionales severas. A esto se suma el aumento de llamadas de auxilio y una cifra preocupante de suicidios en la población juvenil. ¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Y quiénes son responsables de atender esta realidad? Estas preguntas deben guiarnos al analizar lo que ocurre a nivel personal, familiar y social con nuestra juventud. Muchos padres y custodios, agobiados por las exigencias económicas, doblan turnos de trabajo para sostener el hogar, dejando de lado lo más importante: la salud mental y emocional de sus hijos. Pero también hay que reconocer que los jóvenes están viviendo cambios profundos en sus entornos familiares y sociales. Son víctimas de un fenómeno silencioso: una crisis emocional colectiva que en muchos casos termina en tragedia. Estos datos no deben tomarse a la ligera. La juventud de hoy será la que forje nuestro futuro, y su bienestar debe ser una prioridad. Una crisis de salud mental es una bomba de tiempo, alimentada por factores sociales, económicos y emocionales que los empujan al límite. La violencia en el hogar, el abandono, la falta de afecto y la descomposición familiar crean un entorno de inestabilidad que puede llevarlos a tomar decisiones drásticas. A eso se suman las presiones escolares y las expectativas irreales que circulan en las redes sociales. Muchos jóvenes viven comparándose con estilos de vida inalcanzables, lo que amplifica sentimientos de frustración, desigualdad y ansiedad. El acoso, tanto en las aulas como en plataformas digitales, se ha convertido en una amenaza constante. Las señales de alerta se pueden detectar a tiempo. Amigos, familiares y educadores deben aprender a escuchar y observar. La prevención comienza en el hogar: con atención, diálogo y presencia. Los valores y principios se forman desde la niñez, y la figura de los padres es determinante. No podemos delegar en las escuelas la enseñanza de lo que corresponde a la familia. Como sociedad, no podemos seguir mirando hacia otro lado. La salud mental de nuestros jóvenes debe asumirse como una prioridad nacional. Es urgente invertir en prevención, apoyo psicológico, empatía, servicios accesibles y políticas públicas que pongan la vida por encima de los números. Cuidar la mente y el corazón de nuestros jóvenes es cuidar el futuro de Puerto Rico.
La autora es senadora por San Juan,
Aguas Buenas y Guaynabo






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