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Lluvia tras lluvia

  • Foto del escritor: Editorial Semana
    Editorial Semana
  • 8 may
  • 2 Min. de lectura



Por: Nitza Morán Trinidad


Puerto Rico es un archipié-lago que goza de una ubi-cación caribeña envidiable, para para usos militares, con temperaturas veraniegas todo el año y rodeado de cuerpos de agua que nos destacan por tener playas de reconocimiento mundial. Sin embargo, enfrentamos múltiples retos geográficos, y las experiencias vividas han modificado nuestra manera de enfrentarlos, sobre todo aquellos fenómenos de difícil detección temprana como los terremotos, los granizos e incluso los fuegos forestales, que muchas veces no nos permiten prepararnos con anticipación.


Aunque estas experiencias nos han hecho más fuertes y estar mejor preparados, ante la fuerza de la naturaleza, las prevenciones resultan a veces mínimas, y nos convertimos en rehenes y víctimas de eventos como los ocurridos en los pasados días. Tras lluvias copiosas, nos volvimos a topar con inundaciones y deslizamientos de terrenos en varias comunidades, provocando pérdidas millonarias.


En estos momentos, las agencias gubernamentales y federales que atienden este tipo de emergencias asumen un rol protagónico, centrado principalmente en salvar vidas antes que propiedades y enfrentando además la complejidad de manejar situaciones de alto riesgo. Al finalizar cada emergencia, llegamos a la misma conclusión: la magnitud de los daños se debe en gran parte a la falta de una planificación estructural, del diseño urbano inadecuado y una infraestructura centenaria que no se ha atemperado a las necesidades actuales, especialmente en los sistemas sanitarios y ni hablar del energético.


Necesitamos actuar con urgencia para establecer soluciones permanentes que incluyan una planificación urbana y rural basada en la prevención. Casos como el del sector Paracochero en San Juan deben motivar la modernización de los sistemas de drenaje, la rehabilitación y canalización de quebradas y ríos, y la construcción sostenible. Estas medidas pueden ser parte de una solución a largo plazo para proteger a nuestras comunidades más vulnerables. Ciertamente, la cooperación y participación ciudadana es crucial, ya que son los propios residentes sos los testigos directos durante y después de los eventos atmosféricos.


Pero también se debe fomentar la conciencia sobre cómo disponer adecuadamente de escombros y basura doméstica, que obstruyen desagües y alcantarillas, agravando las emergencias. Por otra parte, hemos llegado a depender de las declaraciones de emergencia como la solución inmediata para garantizar la recuperación. Pero en estos tiempos, y bajo las nuevas gobernanzas, podríamos enfrentar mayor incertidumbre, especialmente tras anuncios del presidente Donald Trump sobre recortes presupuestarios y el posible desmantelamiento de agencias como FEMA.


Es imprescindible tener un plan de acción más allá de la declaración de emergencia. Debemos contar con una estrategia multisectorial que comience con un gobierno preparado desde la planificación, el almacenamiento de alimentos, la disponibilidad de materiales y un fondo de emergencia listo para ser activado. No podemos seguir dependiendo únicamente de reembolsos que, como ya sabemos, tardan demasiado tiempo en llegar.


La autora es senadora por San Juan, Aguas Buenas y Guaynabo

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