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Sobre los “progres” y sus termos




Por: Lilliam Maldonado Cordero


Ya nos llegó el 2024, y con él nuevos desafíos, listas de sueños y propósitos… y las resoluciones para vivir de forma más responsable y solidaria, aunque algunos no se hayan dado por enterados que un cambio para ser una mejor persona siempre es bienvenido.


Reflexionando sobre esto, mientras navegaba los otros días por una de las plataformas de redes, leí un comentario en el que alguien se mofaba de los que cargamos con vasos o recipientes insulados. La persona nos llamaba “progres”, que es el mote que algunos usan para burlase de quienes tienen ideas de avanzada y piensan “fuera de la caja”, como si eso fuera un insulto o una mácula existencial. Al parecer, él no sabe lo que eran -y siguen siendo- las loncheras, los termos, y menos la satisfacción de cocinar y comer en casa. ¿Será eso? Porque no hay manera de comprender cómo una persona que carga para arriba y para abajo con su termito de agua (los hay de distintas marcas), puede ser considerada snob, sofisticada o jactanciosa.


Para empezar, evaluemos el efecto que tienen para la salud las botellas plásticas donde se envasan el agua y otros líquidos, que son la opción al termo. Se conocen varios efectos peligrosos de estas en la salud del ser humano. En primer lugar, las botellas plásticas desprenden tóxicos que dan a parar en el contenido que vamos a consumir, y que pasarán a nuestro sistema. Estas están relacionadas con numerosas enfermedades, afectando al menos el hígado, los riñones y el páncreas, y están asociadas con ciertos tipos de cáncer. Una costumbre que observamos en algunas personas -y muchos comercios que conservan agua embotellada en vagones y al sol- es que las botellas hechas de Polietileno Teretalato producen plástico antinomia, muy tóxico al organismo.


Otros estudios apuntan a que quienes consumen agua embotellada en plástico tienden a tener más peso, en promedio, que quienes no consumen el líquido en esta modalidad. Asimismo, muchos se dejan llevar por el color azul de algunas marcas y piensan que la botella acaba de ser rellenada de un manantial prístino, cuando algunas reciben agua de los sistemas municipales. Otra costumbre peligrosa es rellenar las botellas usadas, aumentando así el número de toxinas ingeridas y añadiendo bacterias que requerirán más esfuerzo del sistema inmunitario.


Si estas no son suficientes razones para que los “progres” sigamos cargando con el Yeti e inspiremos a otros, las botellas plásticas también afectan la vida marina. Como muchos tienen la costumbre de botarlas vacías en lugar de reciclarlas -y otros inescrupulosos las tiran a la cuneta o los cuerpos de agua-, nuestros océanos están atestados de ellas. Se sabe que este plástico llega a los órganos de los peces más grandes, pues se los tragan pensando que son alimento, causando su muerte luego de una prolongada agonía o incapacidad de ingerir comida.


Y hay más: producir botellas plásticas cada año requiere aproximadamente 17 millones de barriles de petróleo, solo para satisfacer la demanda de los Estados Unidos.


Reconocemos que hay ocasiones en que nos vemos precisados a comprar una botella de agua. Ahí es donde el dicho “una vez al año no hace daño” funciona. Sin embargo, fuera de esas excepciones, evaluemos la importancia a la salud y el entorno de cargar con nuestros termos. Esta sería una muy buena resolución de año nuevo.

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