Acercándose el Día de Navidad: volver a lo esencial
- Editorial Semana

- hace 2 días
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Por: Myrna L. Carrión Parrilla
A medida que se acerca el día de Navidad, el ritmo de la vida parece acelerarse. Las luces se encienden, las agendas se llenan y los compromisos se multiplican. Sin embargo, en medio de tanto movimiento, la Navidad nos invita a detenernos, a mirar hacia adentro y a recordar lo esencial. No se trata únicamente de una fecha en el calendario, sino de un tiempo sagrado que nos llama a renovar la fe, a fortalecer la esperanza y a vivir el amor con mayor intención.
La Navidad nace de un acto sencillo y profundamente poderoso: el nacimiento de un Niño. En ese gesto humilde, Dios se hace cercano, frágil y presente. Ese Niño nos recuerda que la grandeza no está en el poder ni en la abundancia material, sino en la ternura, en la confianza y en la capacidad de amar sin condiciones. Volver a ese origen nos ayuda a redescubrir el verdadero sentido de la celebración.
Para nuestros niños, la Navidad tiene un significado especial. Es una etapa de asombro, ilusión y preguntas profundas. Lo que vivan hoy marcará la manera en que mañana comprenderán la fe, la familia y la comunidad. Por eso, más allá de los regalos, tenemos la hermosa responsabilidad de enseñarles que la Navidad es compartir, perdonar, agradecer y servir. Que el mayor regalo es la presencia, el tiempo dedicado y el amor expresado con gestos sencillos.
En un mundo donde muchas veces prevalece la prisa, la Navidad nos invita a crear espacios de encuentro genuino. A sentarnos juntos, a escuchar historias, a orar en familia, a encender una vela con intención, a cantar villancicos que han pasado de generación en generación. Nuestras tradiciones no son simples costumbres: son puentes que conectan el pasado con el presente y siembran identidad en el futuro. Preservarlas es un acto de amor y de memoria colectiva.
La esperanza también es un pilar central de este tiempo. Navidad llega incluso cuando hay dificultades, pérdidas o incertidumbre. No promete una vida sin retos, pero sí nos recuerda que no estamos solos, que la luz siempre encuentra la manera de abrirse paso en medio de la oscuridad. Esa esperanza es la que debemos transmitir a nuestros niños y mantenerla dentro de nosotros: la certeza de que, con fe y solidaridad, siempre es posible comenzar de nuevo.
Asimismo, la Navidad nos llama a ser una comunidad más inclusiva y solidaria. A mirar al prójimo con compasión, a extender la mano, a abrir el corazón. Cada gesto de bondad por pequeño que parezca tiene el poder de transformar realidades. Educar a nuestros niños en ese espíritu es regalarles una brújula moral que los acompañará toda la vida.
Al acercarse el día de Navidad, hagamos el propósito de volver a lo esencial. Que nuestras casas se llenen de luz, no solo en las ventanas, patios y jardines, sino en las palabras y acciones. Que la fe se viva con coherencia, la esperanza se cultive con paciencia y el amor se exprese con generosidad. Que nuestros niños crezcan sabiendo que la Navidad no se trata de tener más y lo mejor, sino de amar mejor, que aprendan nuestras tradiciones porque saber de dónde venimos y quiénes realmente somos, es la mejor guía para dirigir el hacia dónde dirigirnos.
Al acercarse la Navidad que no falte en el pesebre que es cada hogar, un Niño Jesús, es decir que no falte la fe y la esperanza, la alegría de estar juntos, el deseo de y la bondad para lograr comunicarnos bien; que no falte la alegría, la paz y el bien.






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