Crimen, al desnudo
- Editorial Semana

- 16 oct
- 3 Min. de lectura

Por: Nitza Morán Trinidad
En días recientes Puerto Rico fue testigo de un acto de violencia nunca visto en la isla, uno que supera los límites de crueldad, se manifestó como una nueva modalidad de violencia y que destapa posibles represarías en el denominado “bajo mundo”.
Tras el hallazgo de cinco hombres desnudos con visibles signos de tortura y dejados a la intemperie con la simple intención macabra de que fueran encontrados refleja no solo el deterioro y la vulnerabilidad en que vivimos sino también la evolución del crimen organizado que cada vez pareciera no tener reglas ni piedad.
Aunque esto pareciera ser traído de una película la realidad es que es un modo operar de aquellos que desean marcar territorio, de adueñarse de los lugares de ventas ilícitas y demandan respeto y para demostrarlo llevan a cabo estos crímenes al desnudo. Esta barbarie solo por el poder es una señal de que la delincuencia atraviesa su propia crisis interna.
No podemos mirar esto como un hecho aislado ni como una estadística más. Ante este panorama es importante señalar los retos que tenemos como sociedad, uno el desmantelar las redes criminales y el otro poder reconstruir la confianza ciudadana para una vida plena.
En el análisis podríamos concluir que las recientes intervenciones de las agencias federales han provocado grandes golpes en el narcotráfico incautando cocaína, armas, dinero y fentanilo creando un desbalance interno en estas organizaciones criminales. Tampoco podemos olvidar la política pública del presidente de turno en los Estados Unidos que se han encargado no solo de incautar drogas ilícitas sino también de eliminar embarcaciones que se alegan transportaban drogas a diferentes destinos. Estas estrategias definitivamente provocan luchas de poder entre grupos que buscan ampliar sus rutas, los puntos o territorios y le sumamos el querer posicionarse como nuevo líder entre ellos tras los arrestos que ha habido. Por tanto, se adentran a competir agresivamente por el control, lo que explica la violencia extrema en ejecuciones con características de tortura porque es la manera de expresar quien es el que manda.
Por otro lado, tenemos la difícil tarea de reconstruir la confianza ciudadana. El gobierno tiene la obligación de actuar con urgencia no solo erradicar lo que sucede en nuestras calles sino el tener que fortalecer las colaboraciones entre estatales y federales con recursos de efectivos, con inteligencia, investigaciones científicas e investigativas para poder llevar a cabo más operativos para desmantelar estos grupos criminales. Le añadimos, el tener que revisar el sistema judicial para que estos casos y lo de alto perfil se puedan atender a tiempo y proyectar que todo delito tiene consecuencias.
Cada masacre o crimen que atente contra la seguridad ciudadana es una crisis institucional, nos corresponde a todos ser parte de la solución y no testigos silentes de actos horrendos como los ocurridos. Si bien las agencias de seguridad tienen el deber de investigar y actuar ante la lucha criminal y desarticular estos negocios que operan a plena luz del día hay un deber de pueblo.
Hay que tener una participación activa cívica, de vigilancia comunitaria y solidaridad para llegar a vivir en paz. El silencio por miedo o comodidad es por donde se aprovecha la impunidad y eso es lo que no debemos permitir.
La autora es senadora por San Juan,
Aguas Buenas y Guaynabo






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