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El cuerpo, ejemplo de buen trabajo en equipo


Por: Lilliam Maldonado Cordero


Navegando por las redes descubrí la imagen de la visualización de una célula del sistema inmunitario, específicamente un macrófago, persiguiendo para destruir patógemos en el torrente sanguíneo. Estas células son responsables de capturar y digerir las bacterias, células muertas y otras partículas que parezcan extrañas o tóxicas para el cuerpo, y se encarga de estimular la acción de otras células del sistema inmunitario. Aparte de estas, nuestro cuerpo agrupa células para formar la piel, los huesos, los músculos y los órganos.


La sangre también circula por nuestras venas y arterias otros tipos de células: linfocitos, monocitos, neutrófilos, eosinófilos, basófilos, eritrocitos y plaquetas. Cada uno de estos tipos de células tiene una función específica, desde oxigenarnos, combatir infecciones o detener sangrados luego de una herida. Son, precisamente, parte de lo que los tecnólogos y los médicos evalúan en algunas muestras de sangre para conocer su concentración en nuestra sangre, corroborar que estén dentro de los parámetros correctos y, de no estarlo, interpretarlos para identificar enfermedades, preferiblemente antes de que se manifiesten síntomas, con el fin de atenderlas, corregirlas y tratarlas.


Poder apreciar un vídeo de estas células trabajando, de forma silenciosa e ininterrumpida a través de nuestro cuerpo, es una de las experiencias más aleccionadoras y reveladoras. Nos plantean la capacidad de nuestro cuerpo para restaurarse, en muchas ocasiones, sin que nos enteremos que se encuentra combatiendo alguna condición de salud.


Igual que el cuerpo humano, que trabaja desde los espacios microscópicos de manera coordinada y complementaria, los componentes de nuestra sociedad debemos trabajar de forma integrada, enfocados en lograr los objetivos que promueven la convivencia justa y equitativa. Trabajar en comunidad y comunión, compartiendo metas, deberes y responsabilidades, aumenta la productividad y nos ayuda a lograr los propósitos establecidos. De la misma manera, promueve la resolución de conflictos de forma más eficiente.


El trabajo en equipo va mucho más allá que agrupar personas para lograr una faena específica. Requiere liderato, y el compromiso de todos los componentes a colaborar de forma armoniosa, a pesar de tener que enfrentar y resolver problemas específicos, evitando dinámicas de anulación y cancelación, de existir contención entre miembros del equipo.


Igual que las células del cuerpo tienen funciones específicas, es importante que cada participante tenga claros los objetivos y las metas. Una vez establecido el objetivo, se recomienda la división y distribución de tareas para evitar duplicidad de esfuerzos y poder capitalizar mejor el talento, la experiencia y las fortalezas de los miembros del equipo.


Es igualmente importante establecer métricas, como cronogramas para medir el ritmo de cada integrante en completar sus funciones, fechas límite y rúbricas para calificar los resultados.


Finalmente, la comunicación es pieza fundamental para conocer la evolución y el estado de los trabajos, si estos se están realizando según planeado, o si es necesario implantar ajustes en los procesos para lograr los objetivos conducentes a la meta trazada dentro del tiempo establecido.


Aunque no todas las personas pueden trabajar eficientemente en equipo porque se distraen con facilidad o tienden a tener conflictos con los otros miembros del grupo, siempre es importante que cada integrante cumpla con la parte del proyecto que le toca. A la hora de racionalizar un plan que requiera trabajo en equipo, recordemos la armonía con la que nuestro cuerpo funciona, a pesar de sus complejidades y dimensiones.

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