
Por: Lilliam Maldonado Cordero
Las Fiestas de la Calle San Sebastián, nombre oficial de este festival sanjuanero, se ha convertido en una de las celebraciones más concurridas y tradicionales de Puerto Rico. La Sanse o Las Calles, -que son sus apodos acuñados recientemente-, atraen a miles de puertorriqueños de toda la isla hasta el casco histórico de nuestra capital, y son el punto de encuentro de miles de turistas que van calle arriba, calle abajo, a gozarse una de las ciudades más emblemáticas del Caribe -y la más hermosa, me atrevo a decir-: El Viejo San Juan.
El mundo entero ya sabe que Puerto Rico celebra la temporada navideña más larga del planeta, así que las Fiestas de la Sanse son su telón de cierre, por lo que hay que hacerlo “botando las puertas por la ventana”.
Pero, antes de empezar a cantar el himno “Voy subiendo, voy bajando…” por Las Calles, conozcamos un poco sobre su historia, cómo se celebraban y el personaje que inspira el nombre de la calle San Sebastián, eje de esta festividad.
Para los Baby Boomers, las Fiestas de la Sanse eran menos agitadas que hoy día. Aunque para los 80 eran muy concurridas, se podía caminar por las calles y hasta entrar a los negocios a tomarse un refrigerio, comprarse frituras o hasta comerse un buen plato de comida sin tener que irse casi a los puños en una fila kilométrica. Entonces, en los negocios se podía cantar al son de una guitarra española bien tocá´, o se hacía turno para jugar al billar sin tener que jugarse la vida.
Las artesanías siempre han sido puntuales en este festival. En efecto, historiadores dan cuenta de que su origen data de 1954, cuando el padre Juan Manuel Madrazo, sacerdote de la Iglesia San José del Viejo San Juan, las organizó para recaudar fondos para la reparación de varios edificios de la Iglesia mediante la venta de artesanías y otros artículos. Madrazo fue reasignado a otros lares y la fiesta fue suspendida.
Para 1970, doña Rafaela Balladares, junto a otros vecinos de la calle San Sebastián, deciden retomar esta celebración, en esta ocasión para ayudar el Colegio de Párvulos. Es entonces que se incorporan los cabezudos inspirados en personajes folclóricos puertorriqueños, que caminan los adoquines junto a la gente al son de música y canciones.
A su vez, San Sebastián, que es el mártir por quien se designa la calle, se reconoce como el primer cristiano inmolado por su fe. Se estima que Sebastián nació para el año 256 en Narbona, Francia. Fue militar y jefe de la corte de la guardia imperial que, estando al servicio directo del emperador Diocleciano, se convierte al cristianismo, por lo que fue víctima de persecución ordenada por el soberano. Es posible que Sebastián, conmovido por el sufrimiento de sus hermanos, torturados y martirizados por no negar su fe, utilizara su cargo militar para ayudarlos, esconderlos y protegerlos. Molesto, Diocleciano ordena su muerte. A pesar de haber sido atravesado por una lluvia de flechas de sus verdugos, sobrevive. Su segundo martirio fue ser apaleado delante del emperador. Su cuerpo fue echado a la Cloaca Máxima. Años más tarde, San Sebastián se presenta en sueños a Santa Lucina, revelándole donde encontrar sus restos. Fue hallado y sepultado en las Catacumbas cerca de las reliquias de los Apóstoles. Es venerado como el patrón de los soldados, atletas, arqueros, moribundos y la peste, y cada 20 de enero lo conmemoramos honrando su martirio.
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