Por: Juan Ilich Hernández
Entretejiendo cada uno de los hechos y fenómenos sociohistóricos que el ser humano ha ido confrontando a lo largo de su origen hasta hoy vía el desarrollo del sistema mundo/capitalista después del “pseudo- descubrimiento de América”, puede corroborarse fehacientemente que a lo que concierne a la narrativa cultural (literatura, teatro, historia, etc.) aún no se la ha hecho justicia. Tales efectos, en términos educativos e identitarios son pavimentados en nuestro Departamento de Educación como unos totalmente eurocentrizados y norteamericanizados bajo un análisis discursivo uniforme, retórico e insustancial. Es en ese sentido, cómo autores del lineamiento colonialista como Salvador Brau y el mismo historiador contemporáneo Francisco Scarano prosiguen en su narrativa un estilo positivista particular el cual tiene como intención el observar desde un solo lente analítico los datos históricos.
Evidentemente, la historia avanza en la medida en que los modos de producción, tanto económico- políticos como psicosociales se atemperen a las circunstancias del capital financiero ya que por lo usual quienes tienen el privilegio de esculpirla y enmarcarla son los “héroes”. Por tal razón es que el escombro de la historia tradicional y supuestamente “oficial” continúa perpetuando sus desgracias en todo tipo de espacio cultural, justamente como es el aula educativa. Aunque existan un sinnúmero de países descolonializados a nivel mundial, en el caso de Latinoamérica, la narrativa colonialista/positivista todavía prevalece en sus documentaciones informativas. El sociólogo Boaventura Sousa Santos propone que la teoría y práctica debe despolitizarse de los entornos académicos heredados por Occidente con el fin de abrir paso a la liberación del pensamiento.
Una forma de cómo evidenciar el sutil estancamiento y hasta secuestro de la historia puertorriqueña, es precisamente transformando los currículos educativos, tanto a nivel escolar como universitarios en un vaguísimo compendio de historia convencionalista. En efecto, muchos podrían interpretar que este hecho en específico es algo pragmático para los que optan por seleccionar carreras cortas u otras especialidades. Sin embargo, es bajo este supuesto, que recae el verdadero malestar cultural, mediante el desmantelamiento del capital cultural y archivos-históricos municipales. Dicha situación es más grave de lo que imaginamos ya que cuando comparamos las condiciones de los archivos centrales a nivel macro versus micro, hallamos que ni siquiera nuestro archivo central en San Juan está apto para dar acceso a sus investigadores.
Parece ser que la “excelente” resolución e imprescindible herramienta para ilustrar e inclusive desempolvar datos históricos es el Googlepolio o mejor conocido como el monopolio de Google. Actualmente maestros, profesores, especialistas de todos los saberes utilizan como medio a esta plataforma para fungir como gestor y solucionador de asuntos de salud, problemas socioculturales, diagnósticos médicos, entre otros dilemas.
Quiérase decir, que, gracias a la era de la digitalización hemos ido desplazando y reforzando una endeble reivindicación de la historia nacional la cual ni siquiera Google mismo puede desempolvar. Este hecho no meramente se apoya en el entroncamiento que conllevan las nuevas formas de dominación que bien se interconectan con el deseo, consumo y la autooptimización de la eficacia. Desde este vaguísimo, pero asertivo método es que el régimen del neoliberalismo económico- político sienta sus bases poscoloniales.
El que continuemos siendo colonia, no significa que se descarte y mutile nuestra verdadera historia e identidad. Es por ello, que debemos construir el tiempo y espacio necesario no solo para la organización social, sino también el de hacer nuestra misma microhistoria vía la lectura de todo tipo de literatura. De este y otros modos se cultiva el indescriptible amor hacia nuestra historia y sociedad.