Progreso, no garantizado
- Editorial Semana

- hace 3 días
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Por: Nitza Morán Trinidad
En algún lugar del mundo, en este mismo instante, una mujer es víctima de violencia. La violencia de género dejó de ser un asunto privado y se ha convertido en una crisis social de alcance global, que exige a los gobiernos crear planes, leyes y programas dirigidos a prevenir, atender y erradicar este mal que continúa cobrando vidas y destruyendo familias. Las estadísticas muestran un aumento alarmante. Cada número representa una historia marcada por el miedo, el desgaste emocional, la fragilidad económica y la ruptura de la estabilidad familiar. Es una emergencia nacional que obliga a replantear qué estamos haciendo y qué más debemos hacer para evitar tragedias y mejorar la respuesta institucional.
Contamos con leyes, programas y sistemas judiciales; sin embargo, la transformación verdadera va más allá. Requiere educación que desmonte la falsa creencia de que el control es amor y que construya una sociedad donde la igualdad sea un principio irrenunciable. Un país, una nación o un estado debe garantizar que ninguna mujer se enfrente sola al miedo.
En días recientes, durante mi participación como representante de las mujeres del Caribe en la Conferencia Parlamentaria de las Américas, pude constatar los grandes retos que enfrentamos: asegurar la vida, la dignidad y la libertad de las mujeres, mientras buscamos que el progreso beneficie a todos por igual. Aun en pleno siglo XXI, persiste entre nosotras la tendencia a minimizarnos y a competir desde la vanidad y el poder, en lugar de desde la solidaridad y la sororidad que la lucha exige. Los discursos en la conferencia se centraron en democracia, equidad, perspectiva de género y manejo de crisis. Todos reflejan una realidad: aún no hemos alcanzado los resultados ni la efectividad que esperábamos del empoderamiento femenino. Tenemos que alzar la voz con claridad, exigir visibilidad real y demostrar no solo como madres o profesionales que somos parte integral de las soluciones sociales.
Esta reunión nos permite evaluar estrategias implementadas alrededor del mundo para combatir la violencia, especialmente la dirigida contra mujeres. Sin embargo, todavía persiste un estigma que nos intenta deshumanizar con etiquetas como “sexo débil”, perpetuando desigualdades que retrasan nuestro avance colectivo. La seguridad de una persona es la base de toda sociedad. Su salvaguarda requiere educación, convivencia sana, estabilidad social y acceso a oportunidades económicas. Estas son las claves del progreso.
El mundo tiene herramientas para impulsar el cambio. Ahora se requiere acción y valentía.
Actuemos como una sola fuerza para que ninguna mujer vuelva a ser una estadística. Unamos esfuerzos para romper barreras obsoletas que nos detienen. Tomemos las riendas de nuestro destino con determinación. Porque el progreso alcanzado no está garantizado, y no podemos permitir que en el próximo siglo continuemos luchando contra la misma violencia y desigualdad que sufrimos hoy.
La autora es senadora por San Juan,
Aguas Buenas y Guaynabo






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