Reconocimiento a la maternidad
- Editorial Semana
- 15 may
- 2 Min. de lectura

Por: Myrna L. Carrión Parrilla
Soy de las personas que piensan que el homenaje a las madres, padres y causas que hemos identificado especiales, deben celebrarse todos los dias.
En el marco de haber celebrado tan significativo día, rendimos homenaje a una figura esencial en la vida de cada ser humano: la madre. En nuestra sociedad puertorriqueña, la maternidad tiene un valor profundo que trasciende generaciones. No se trata solamente de un rol biológico, sino de una vocación, una entrega incondicional y una labor formativa que moldea el corazón, el carácter y la conciencia de los individuos que conforman nuestra comunidad.
Ser madre es más que dar vida: es acompañar, sostener, guiar y amar sin condiciones. Es estar presente en cada paso, en cada caída, en cada logro y en cada duda. La madre puertorriqueña, con su temple fuerte, su cariño inquebrantable y su sabiduría ancestral, representa un pilar en el desarrollo de nuestra identidad colectiva. Ella es guardiana de valores, transmisora de cultura y ejemplo vivo de entrega, resiliencia y fe.
No obstante, en esta encomienda tan compleja y trascendental que es criar, educar y formar a un hijo para convertirlo en un gran ser humano, la maternidad encuentra su mejor complemento en la paternidad. Ambos roles, cuando se ejercen con responsabilidad y amor, crean el entorno ideal para el desarrollo integral de los hijos. Padres y madres, unidos en propósito, modelan con su ejemplo lo que significa ser parte de una sociedad comprometida con el bien común.
Hoy reconocemos también que los tiempos han cambiado. La dinámica familiar, los retos sociales y las exigencias del mundo moderno han transformado la manera en que se vive la maternidad. Sin embargo, los principios fundamentales que la guían —el amor, el sacrificio, la protección y la formación— permanecen firmes. A pesar de las nuevas circunstancias, la responsabilidad de formar seres humanos con valores, empatía y sentido de justicia sigue siendo una misión sagrada.
Las madres de hoy enfrentan múltiples desafíos: conciliar su desarrollo profesional con la vida familiar, criar en tiempos de incertidumbre, y muchas veces asumir múltiples roles al mismo tiempo. Y, aún así, siguen siendo faros de luz, refugio seguro y fuerza inspiradora para sus hijos. Por eso, merecen no solo nuestro reconocimiento, sino también nuestro apoyo y admiración constante.
En esta ocasión especial, honramos a todas las madres: a las biológicas, a las adoptivas, a las que han criado desde el corazón, y también a aquellas que ya no están físicamente, pero cuya huella permanece viva en quienes tuvieron el privilegio de llamarlas “mamá”. Que su amor siga siendo el motor que impulse nuestras vidas y que su legado nos recuerde, siempre, la importancia de cuidar, formar y amar a las futuras generaciones.
¡Gracias, madres, por ser raíz, tronco y fruto de amor incondicional.
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