A ocho años del huracán María
- Editorial Semana

- 25 sept
- 3 Min. de lectura

Por: Myrna L. Carrión Parrilla
Lecciones y retos que aún nos acompañan...
Hace ocho años, Puerto Rico vivió uno de los momentos más dolorosos y transformadores de su historia reciente. El huracán María, con su fuerza devastadora, no solo derribó hogares, carreteras y estructuras, sino que también desnudó las fragilidades de nuestro sistema económico, social y gubernamental. Aquella madrugada de septiembre de 2017 marcó un antes y un después que todavía hoy, ocho años más tarde, seguimos sintiendo en cada rincón de la isla.
Los recuerdos permanecen vívidos: la oscuridad total que parecía interminable, las largas filas para conseguir agua o combustible, la incomunicación que nos hizo depender de la solidaridad vecinal y la fragilidad de nuestras instituciones para responder con la rapidez y efectividad que la emergencia requería. Pero también recordamos la fuerza de un pueblo que, aún en medio de la pérdida, se levantó para ayudar al vecino, compartir el alimento y demostrar que la esperanza no se apagaba.
Sin embargo, más allá de la memoria colectiva, lo cierto es que los retos que María reveló no han desaparecido del todo. El huracán fue una radiografía de problemas estructurales que ya existían: la dependencia excesiva de importaciones, la fragilidad del sistema energético, la burocracia que retrasa la recuperación y, por supuesto, la inestabilidad económica que limita las oportunidades de desarrollo. Ocho años después, aún enfrentamos esas heridas abiertas.
La economía de Puerto Rico, marcada por una década de contracción antes del huracán, continúa luchando por crecer. Aunque se han invertido miles de millones en fondos federales para la reconstrucción, el ritmo ha sido lento y muchas familias todavía esperan por reparaciones en sus hogares. La inflación y el aumento en el costo de vida han golpeado con fuerza, haciendo más difícil para las familias trabajadoras sostenerse y para los jóvenes visualizar un futuro en la isla.
A esto se suman nuevos retos: la migración constante de talento, la reducción en la población estudiantil, y las presiones fiscales que obligan a hacer más con menos. Puerto Rico se encuentra en una encrucijada: o aprovechamos este tiempo para reinventarnos con visión y responsabilidad, o seguimos arrastrando un modelo que no responde a las realidades de hoy.
No obstante, la memoria de María también nos recuerda que los momentos de crisis pueden ser semilleros de cambios. El huracán nos enseñó a valorar más la resiliencia comunitaria, a reconocer que la energía renovable no es un lujo, sino una necesidad, y a comprender que la solidaridad es la herramienta más poderosa en tiempos de dificultad.
Hoy, ocho años después, el llamado es a no olvidar esas lecciones. Puerto Rico necesita fortalecer su economía apostando al talento local, diversificando la producción, apoyando a la pequeña y mediana empresa y desarrollando proyectos sostenibles que nos hagan menos vulnerables a los embates de la naturaleza y de la economía global.
El huracán María cambió para siempre la manera en que vemos nuestra fragilidad y nuestra fortaleza como pueblo. Ocho años después, más allá de conmemorar lo que perdimos, debemos renovar el compromiso de trabajar por un Puerto Rico más justo, más resiliente y más preparado. Que la memoria de aquel septiembre no sea solo un recuerdo doloroso, sino también una brújula que nos impulse a no repetir los mismos errores y a construir un futuro donde la esperanza sea más fuerte que la tormenta.





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