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Celebremos nuestra herencia africana

Foto del escritor: Editorial SemanaEditorial Semana



Por: Lilliam Maldonado Cordero


El Mes de la Historia Afroamericana -entre el 1 de febrero y 1 de marzo- es una conmemoración anual que inició en Estados Unidos. Originalmente, buscaba el reconocimiento y aporte de personas y eventos relacionados con los miembros del componente afroamericano de esa nación que han dejado una huella permanente en la historia y la sociedad estadounidense. Otros países se han ido sumando para reconocer la trayectoria y contribución de la diáspora de ascendencia africana, entre ellos Reino Unido, Irlanda y Canadá, y va adquiriendo mayor visibilidad a través de otros países del mundo.


En Puerto Rico celebramos varios festivales no oficiales que recuerdan la historia africana y la contribución de muchos afropuertorriqueños, o afroboricuas, no solo a nuestro entorno social sino de Estados Unidos y el mundo. Por definición, los afropuertorriqueños son puertorriqueños que poseen una ascendencia predominantemente africana o se identifican a sí mismos como negros.


Hablar de la herencia africana en nuestro país debe trascender la mudez respecto a la memoria histórica y aporte de los afropuertorriqueños a nuestro escenario político, cultural, filosófico y literario. Gracias a iniciativas de varias organizaciones se han podido visibilizar las hazañas de los afroboricuas, buscando colocarse en el espacio que merecieron y merecen en nuestros museos, literatura, profesiones y cargos públicos y políticos desde que arribaron estos antepasados subyugados por las cadenas de la esclavitud y se rebelaron para comenzar a escribir una historia desde la libertad.


No olvidemos que los africanos llegaron a nuestros países como resultado de la trata de esclavos bajo condiciones abusivas y criminales a las que fueron sometidos por el gobierno real Español que necesitaba trabajadores, luego de diezmar la población de taínos por las faenas opresivas a las que fueron sometidos y las enfermedades infecciosas que contrajeron de los colonizadores. El origen de nuestros antepasados africanos fue el occidente de su rico y hermoso continente, por lo que heredamos de ellos una diversidad de trasfondos genéticos y étnicos, culturales y religiosos, que han influenciado en nuestras costumbres, vocabulario y creencias.


El poema, ¿Y tu agüela, aonde ejtá”, de la gloria de la poesía puertorriqueña, Fortunato Vizcarrondo, nos apunta a que son muy pocos -si alguno- los puertorriqueños que no tienen en sus genes grabados a nuestros antepasados africanos. Así mismo, casi todos hemos escuchado la frase: “El que no tiene de dinga, tiene de mandinga”, pues todos los herederos de Latinoamérica somos una suculenta mezcla de razas.


La aportación de la afrodescendencia en Puerto Rico es enorme, y no se limita al desarrollo de expresiones culturales y culinarias. Sin el amalgamamiento de nuestras culturas, no conoceríamos la malanga, la yautía, el guineo y el plátano, y los confeccionados utilizando el aceite para freír, la gandinga, el mondongo, el mofongo, los distintos productos del coco, y la mezcla de productos empleando habichuelas, raíces y arroces.


En la música, conservamos y celebramos la bomba. En nuestro vocabulario usamos los africanismos: mochila, dengue, banana, chimpancé, safari, tango, zombi, bachata, bongó, conga, cumbia, mambo, merengue, rumba, samba, tango, sandunga, ñame, guiso, mandinga, bemba, chéreve, quimbombó, marimba.


Los afropuertorriqueños son una fuente rica de luchas, cultura y arte. Los más conocidos son el Padre de la Patria, Ramón Emeterio Betances, el abogado y abolicionista Segundo Ruiz Belvis; el historiador Arturo Alfonso Schomburg, Rafael Cordero Molina y su hermana (ambos educadores), Celestina Cordero y Molina, Sylvia del Villard, Ruth Fernández y muchos más. Recordemos y conmemoremos la mancha de plátano indeleble de nuestra herencia africana.

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