Congreso, silencio en la isla
- Editorial Semana
- 26 jun
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Por: Nitza Morán Trinidad
En las elecciones de 2024, el pueblo de Puerto Rico eligió a sus nuevos líderes legislativos, alcaldes, gobernador y comisionado residente. Este último cargo recayó en Pablo José Hernández Rivera, un demócrata moderado que, durante su campaña, destacó su experiencia previa en Washington D.C. A seis meses de asumir el puesto, los datos legislativos reflejan un desempeño lento y con escasa estrategia en la redacción y presentación de proyectos de ley.
Si bien muchos argumentan que la calidad de las medidas legislativas debe prevalecer sobre la cantidad, es necesario detenernos y evaluar si las iniciativas del actual comisionado residente están verdaderamente alineadas con las necesidades urgentes del pueblo puertorriqueño. La comparación con su antecesora, hoy gobernadora, es inevitable: en el mismo período, había radicado más de 16 proyectos, la mayoría de su autoría, con apoyo de republicanos y enfocados en temas como salud, seguridad, asuntos de veteranos e incentivos económicos.
En contraste, Pablo José Hernández ha presentado solo ocho medidas, todas de carácter bipartidista, en áreas como reconstrucción, energía, ambiente y economía. Este contraste plantea una pregunta legítima: ¿le tomará demasiado tiempo al actual comisionado ganar la credibilidad y los contactos necesarios para que sus iniciativas sean consideradas por sus homólogos en el Congreso? Más allá de las cifras legislativas, lo que verdaderamente preocupa es su ausencia de liderato visible y comunicación efectiva, tanto en Washington como en la isla. Incluso alcaldes del Partido Popular Democrático han denunciado la cancelación de reuniones previamente pautadas, así como la falta de contacto con su oficina. Esta desconexión ha generado inquietud, no solo en su partido, sino entre muchos ciudadanos que le dieron el voto de confianza en los pasados comicios electorales.
Su silencio ha sido notorio en momentos donde la voz del comisionado residente debió ser clara y contundente: cuando se anunció la cancelación de fondos federales para energía solar, durante las redadas de inmigrantes, y ante el inminente impacto de recortes federales en áreas clave como la salud y la reconstrucción, su ausencia en estas discusiones no solo demuestra falta de interes ante los reclamos de Puerto Rico, sino que transmite el mensaje equivocado: de que todo está bien, cuando la realidad es que se necesita una voz fuerte y firme para crear conversaciones que contengan soluciones claras y de acción inmediata.
Puerto Rico necesita un comisionado residente que tenga presencia en Washington, pero también en los pueblos de la isla; que comunique lo que pasa en el congreso y que no dependa de comunicados del partido para reaccionar a las crisis. Su rol va mucho más allá de ser un mero viajero entre Washington y Puerto Rico. Se espera sensibilidad, conocimiento real de las necesidades ciudadanas y acciónes contundentes. El silencio no puede ser su estrategia porque mientras él calla, Puerto Rico pierde voz donde más la necesita.
La autora es senadora por San Juan, Aguas Buenas y Guaynabo
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