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Del gueto al proyecto modernizador cagüeño (parte III)

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    Editorial Semana
  • hace 2 días
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Por: Juan Illich Hernández


Entrelazando cada uno de los entornos que históricamente hemos ido identificando como arrabal y/o gueto (Los Tres Brincos, Campo Alegre y Savarona) hallamos que el bulldozer modernizador de manera violenta desplazó con sus ingeniosas inventivas “progresistas” a las clases subalternas (prostitut@s, indigentes, etc.) hacia las afuera del corazón urbano cagüeño. Por lo general, ese imparable proyecto desarrollista en nombre de la ideología dominante, excluye por completo no solamente a la rica biodiversidad sociocultural que ostentamos, sino también, lo que es en sí distinto. Tal es el caso de las aglomeraciones en zonificaciones pocos conocidas y concurridas las cuales se tildan de criminalidad, vandalismo, ultra-violencia, contrabando, narcotráfico, prostitución, entre otras.


Cuando focalizamos los sinnúmeros de detalles que encubre la modernización bajo el diseño espacial arquitectónico, logra destaparse la crudísima violencia directa e indirecta que asumen las estructuras de poder por encima de sus alrededores geográficos. Dicho acto, en términos psicológicos y sociológicos podría traducirse en discrimen/estigmatización, puesto que esa edificación está por debajo o a la merced de quien impuso las ordenes políticas del juego. Quiérase decir, que por más diferencias que coexistan entre los guetos cagüeños versus los de otros municipios, hay un hilo conductor que los interconecta y este elemento integral que permite unificarlos es precisamente el sentimiento de arraigo e inclusive lazos sociales que advienen de los acuerdos culturales registrados en la comunidad.


Tanto Los Tres Brincos como Campo Alegre y Savarona acontecen en distintivas etapas históricas, los cuales contienen un punto de encuentro que va entretejiéndose históricamente, gracias a la alta actividad proactiva de la prostitución, plus otros tipos de mercado de intercambio según nos expone el historiador Juan David Hernández (2010). El que se practiquen una serie de dinámicas de corte “ilegal” en estos entornos, no significa para nada que sean malintencionadas, contraproducentes y, sobre todo, delictivas. De hecho, el que surjan tan solo en particulares contextos explica con claridad el que no surgen de un vacío y/o puro capricho como muchos enuncian, por lo que el factor socioeconómico nuevamente sigue condicionando a las clases sociales más desventajadas.


Al ya visualizar un nítido mapeo “real”, imaginario y hasta simbólico de cómo el plan desarrollista de la feroz modernización organiza sus diseños arquitectónicos, por lo general, busca explorar zonas que actualmente estén en abandono y deterioro. Ya encontrándose bajo ese estado de zonificación de riesgo, el aparato estatal las declara como estorbo público para que los grandes magnates de cuello blanco se apropien de dicha área a unos mínimos costos. De esta forma, aparentemente se embellece y colorea con otro matiz más llamativo al gueto de los subordinados a uno para privilegiados, hecho que bien se nos manifiesta en las grandes metrópolis como La Habana, Madrid, Santo Domingo, Beijín. San Juan, Albany, etc.


Tomando como punta de lanza lo antes mencionado, en el caso de la rehabilitación de los espacios en Caguas, la fórmula de la gentrificación (blanqueamiento) a diferencia de otros pueblos ha sido ejecutada más estratégicamente. Dicha entrada prácticamente comenzó a relucir con el nacimiento de las icónicas urbanizaciones El Verde en la década de los años 1935 y Villa Blanca un poco más tarde. Una vez fue cogiendo mayor relieve eso que concebimos como modernización, hecho que alude a lo que son mejoras en las facilidades e infraestructura se prosiguió maquillando todo aquello que signifique para los grandes intereses corporativos “pobreza”, porque “afea” el entorno.


Queda evidenciado, cómo eso que definíamos bajo la categoría gueto va reinventándose acorde a las exigencias del momento (Continuará)…

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