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(Des)encuentros en la calle (Conclusión)




Por: Juan Ilich Hernández


Al toparnos contra una atmósfera contaminada por efectos invernaderos, ruidos sórdidos, intolerancia a la diversidad, cultura motorizada, ausencia de aceras caminables, pandemias de todo tipo de índole, amarillismo mediático, cansancio psicoemocional y físico, entre otros fenómenos, hallamos que vivimos en una sociedad en descomposición. Así que, no hace falta ser un erudito o una persona con título para hacer valer tales señalamientos. Más bien, con el propiciar el ejercicio del andar a pie ya uno puede observar al detalle un sinnúmero de problemas sociales y culturales que constantemente nos atraviesan en el día a día.


Eso sí, es importante destacar, que al recurrir a la herramienta más clásica e idónea de las ciencias sociales conocida como la etnografía visual o en cuyo caso académico se le conoce como la ciencia humana de los pueblos, encontramos que esta abona a un mejor entendimiento de lo histórico- cultural. Este instrumento complementario sobre todo en el campo de la antropología y sociología se nutría ulteriormente de las comunidades aborígenes como medio para recopilar información de todo tipo. En el área de la antropología sociocultural fue la instrumentalización por excelencia para explorar descriptivamente el desarrollo de tal población, microcosmos, composición estructural y jerárquica, codificación de dialectos, lenguajes, símbolos, señas, entre otros.


Es en ese sentido, que el transitar a pie ayuda a retomar no solo la observación proactiva de la diversidad ecológica/sociológica que nos rodea, también permite apreciar con otro tipo de sentido las cosas. De este modo es que, cuando vamos andando por la calle y contemplamos cómo está montado o planificado el escenario urbano, evaluamos cuán apto está dicho ámbito para las masas. Tales puntos, nos hacen dar cuenta de la rampante violencia simbólica y estructural que arropa al país.


Evidentemente, desde la falta de aceras para el peatón y/o facilitación del flujo a las personas con diversidad funcional, ausencia de consideración con las señas de tránsito como las cebras en la calle, la constante violación de leyes de tráfico, los abruptos cortes de pastelillo, insultos de carro a carro por un estacionamiento, etc. ilustran el perfecto crimen de cómo el sistema económico- político que nos “protege” arremete cotidianamente contra nosotros. Quiérase decir, que cada una de estas eventualidades que se nos manifiestan a diario, tristemente son adaptadas al modo de vida y cultura puertorriqueña. Por tal motivo, es que aparte de vivir en un ambiente hostil a su vez atemperamos todo tipo de comportamiento irregular como es el de insultar a alguien por guiar muy lento o rápido. Tanto es así, que, con tan solo salir a la calle, notamos que por no ser pacientes y andar en la cultura del fast- tracking, muchos de los accidentes que frecuentemente hay son particularmente por esta pobreza.


En efecto, el retomar la experiencia del andar a pie y la misma observación son prácticas que si no se injertan desde pleno desarrollo humano, es decir, infancia en específico, el altísimo costo precisamente es el que estamos pagando hoy como cultura robotizada. Es por ello, que los desencuentros que por lo general nos circulan en la calle sirven cómo barómetro de análisis psicoemocional y social. Esto no significa que sean totalmente exactos los señalamientos descubiertos, pero impulsan a una mejor interpretación de la realidad social en la que estamos insertados.


Si verdaderamente deseamos un venidero y próspero futuro, apostemos al rescate educativo desde lo más básico en el hogar. Y qué preferible modo que cultivando la valorización de los sentidos como el arte de la comunicación efectiva.


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