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El colmo del colonizado

  • Foto del escritor: Editorial Semana
    Editorial Semana
  • 2 oct
  • 2 Min. de lectura

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Por: Prof. Luis Dómenech Sepúlveda


“El mayor triunfo de los imperios es enseñar al colonizado a degradarse a sí mismo” (Oscar López Rivera)


El colonialismo ha sido catalogado por los foros internacionales como un crimen de lesa humanidad en abierta violación de los derechos humanos. Pretender seguir siendo colonia representa un acto patético y lastimoso de sumisión, servilismo y masoquismo existencial. Ello, contradice la Declaración de Derechos Humanos aprobada por los foros internacionales en 1948. Como hemos indicado en columnas anteriores, una de las estrategias hegemónicas más efectivas de los imperios es convertir a sus colonizados en súbditos dóciles, obedientes e incondicionales mediante treta y engaño, adoctrinamiento y compra de consciencias mediante prebendas, lentejas y privilegios coloniales. Dicho de otra forma, los imperios, para perpetuarse como potencia hegemónica, imponen sus burdos mecanismos mediáticos, económicos y represivos para subyugar y controlar la consciencia emancipadora de los pueblos subyugados.


Pero el colmo del colonizado no tiene límites. Lamentable y lastimosamente, esa ha sido la trayectoria colonial de nuestro atribulado Puerto Rico por los pasados 532 años. ¡Y no lo digo yo! Lo vimos el pasado sábado, 27 de septiembre de 2025, en los portones de la antigua base naval Roosevelt Road de Ceiba cuando un grupo de súbditos del anexionismo colonial convocó una vergonzosa y deplorable manifestación a favor de la militarización de Puerto Rico. Con ello pretendieron dar la bienvenida a las fuerzas armadas de Estados Unidos para facilitar, desde Puerto Rico, potenciales agresiones guerreristas contra los hermanos venezolanos y otros países latinoamericanos y caribeños dizque para controlar el tráfico de drogas desde Venezuela. Que sepan ellos que el control del narcotráfico internacional no les corresponde a las fuerzas armadas, sino a las autoridades civiles. Después de todo, el mayor consumidor de drogas ilícitas son precisamente los propios estadounidenses convirtiendo en poderosos millonarios a muchos amigos y patrocinadores del capitalismo depredador de nuestros tiempos.


De modo que, estos colonizados, súbditos incondicionales del imperialismo estadounidense, víctimas del “pégame, pero no me dejes” del Síndrome de Estocolmo, pretenden ignorar la heroica lucha que libró el pueblo de Puerto Rico durante el año 2,000 exigiendo la salida de la poderosa Marina de Guerra establecida en Vieques desde 1940. Esta gesta costó grandes sacrificios, pero valió la pena. En ese entonces, más de 2,000 manifestantes, mujeres y hombres, estuvimos encarcelados por tiempo indefinido en las mazmorras de la penitenciaria federal de Guaynabo. De hecho, el que suscribe, fue uno de los desobedientes civiles encarcelados por espacio de 25 días. Pero el objetivo se logró al provocar la salida fulminante de la Marina de guerra de EEUU el 1 de mayo de 2003.


Cabe recordar las palabras del prócer, Gilberto Concepción De Gracia, durante el juicio por insubordinación contra los soldados boricuas en la guerra de Corea: “Ninguna potencia imperial les había impuesto a sus colonias la obligación de servir a sus fuerzas armadas como había ocurrido con la juventud puertorriqueña”.


“Es más digno y decoroso morir de pie que toda una vida de rodillas”. (Benito Juárez)

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