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El gabinete desconectado de Jenniffer

  • Foto del escritor: Editorial Semana
    Editorial Semana
  • 9 oct
  • 2 Min. de lectura

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Por: José “Conny” Varela


La semana pasada, el secretario de la gobernación afirmó en rueda de prensa que Puerto Rico no sufre una crisis energética. Esa frase, dicha con una calma pasmosa, no solo es insensible; es un insulto a la experiencia diaria de miles de hogares, personas y empresas que viven la precariedad del suministro eléctrico.


Decir que no hay crisis energética en Puerto Rico es un acto de cinismo que niega los apagones recurrentes que interrumpen clases, tratamientos médicos y turnos laborales; es minimizar las variaciones de voltaje que dañan equipos y empobrecen a nuestra gente; es ignorar a las comunidades que siguen dependiendo de generadores por falta de solución sostenida. Esa declaración no comunica seguridad; comunica desprecio por el pueblo y por lo que sufrimos diariamente.


La cuestión energética no se resuelve con mensajes complacientes ni recurriendo a la negación. Requiere un diagnóstico honesto, inversión coherente, supervisión transparente de contratos y planes de resiliencia climática. Negar la existencia de la crisis equivale a renunciar a la obligación de rendir cuentas y de corregir decisiones que han dejado al sistema eléctrico vulnerable y costoso para la ciudadanía. El precario servicio de electricidad en Puerto Rico es cada vez mas costoso e ineficiente. Eso es una crisis para todos excepto para la administración de Jenniffer González.


Las expresiones del secretario son un reflejo de la enajenación de la administración de Jenniffer. Cuando los líderes en el poder se distancian de la experiencia cotidiana, se crea una administración de fantasía en que la negación obstaculiza la solución de los problemas que nos aquejan. Esa brecha erosiona la confianza pública y entorpece soluciones verdaderas.


Esta negación gubernamental tiene efectos concretos: retrasa reformas necesarias, desincentiva inversión responsable, y prolonga la improvisación ante desastres. Además, convierte la política energética en una discusión de nunca acabar en vez de diseñarse como una solución. Los problemas del país no se resuelven con frases de campaña y mucho menos con negaciones que sólo hacen felices a los que las expresan.


El país exige cuatro gestos mínimos: reconocimiento público de la crisis como primera condición para actuar; apertura de procesos de auditoría sobre decisiones recientes; un plan de recuperación con metas claras y participación comunitaria; y cancelar el contrato de LUMA.


Negar aquello que se vive a diario no solo es insensato; es políticamente inaceptable. Escuchar al secretario de la gobernación de Jenniffer González decir que Puerto Rico no tiene una crisis energética sólo produce que con cada apagón recordemos más la ineptitud de su gobierno y la realidad de que Jenniffer y su administración viven desconectados de la realidad que vive el resto de Puerto Rico.


El autor es representante por Caguas en la Cámara de Representantes

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