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El juego de la semiótica histórico-cultural cagüeña (Conclusión)

  • Foto del escritor: Editorial Semana
    Editorial Semana
  • hace 3 días
  • 3 Min. de lectura

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Por: Juan Illich Hernández


En esta fase final acerca de lo que integra y a su vez desintegra el mundo de los símbolos a nivel social e histórico, es importante resaltar los sinfines de significados culturales que transmiten los juegos del lenguaje. Más allá del modo verbal al cual recurrimos a diario, el modo no verbal como bien nos ha dejado claro la herramienta de la semiótica recoge un vasto contenido de información y riqueza cultural más de la que podríamos imaginarnos. Y esto precisamente se ejemplifica no solo en obras arquitectónicas o de arte, sino también, por medio de la íntima relación que guardan las masas con el hábitat.


Queda claro, que el ser humano siempre encuentra la reconfortante manera de cómo inmortalizarse, hecho que a lo largo de su evolución antropológica lo reafirman los mismos yacimientos arqueológicos (ornamentos, instrumentos de trabajo, dialectos, arte, etc.) con el fin de dejarnos saber, que aquí hubo otra historia sin contar. Desde esta línea de pensamiento es que acontece el estudio de la semiótica la cual descansa no solo en la interpretación de los signos, símbolos y señas verbales/no verbales, sino más bien, en la de resignificar los diversos códigos sociales, culturales, históricos, políticos, ideológicos, entre otros, que se insertan sobre tal espacio (Barthes, 1988).


Es en ese sentido, que al momento de adentrarnos a la microhistoria sea del pueblo de Caguas como en general, resulta más que indispensable conocer el trasfondo histórico ya que nos permite interconectar con diversas prácticas sociales versus nuestro objeto de estudio. Por tal razón, es que en los detalles o pormenores que se le escapan, tanto al ojo público como político, justamente como son los símbolos, va encubriéndose otra rica narrativa histórica a la que hemos aquí resaltado. Así que, hablar de la semiótica histórica es también hablar de lo intercultural, hecho que bien nos lo describe el historiador Juan David Hernández (2010).


En efecto, cuestiones como ha sido el control social, mensajes subliminales, la vigilancia extrema, el miedo, terror, seducción, entre otros factores que trae consigo el campo de los símbolos a nivel económico- político jamás debería pasarse por alto que sus cometidos están no solo justificados históricamente, sino también intencionados. Dicho planteamiento, aunque parezca ser una exageración e inclusive pura patraña conspirativa para la opinión pública, científica y psicológicamente hablando existen múltiples estudios que evidencian, que detrás las figuras geométricas siempre hay un claro mensaje.


Lo específico y fatigoso del entorno de la semiótica es que al ser humano estar tan contaminado de nuevas tecnologías, iluminación excesiva, amarillismo mediático, cultura motorizada, influencers fatulos, etc. el ojo humano va encerrándose en sí mismo. Evidentemente esto lleva como consecuencia el solo ver las cosas desde un ángulo, cualidad que llega a reproducir todo lo que vemos, percibimos, imaginamos e inclusive escuchamos en una única “realidad”. De ahí es que prácticamente el sistema de los significados que son las cosas versus los significantes que somos nosotros como nos expresaría el lingüista suizo Ferdinand de Sausurre (1912) cobra otro giro reinterpretativo con el propósito de construir una tolerable “realidad”. Sin embargo, para que esta misma se haga posible, tristemente el factor de la dependencia cultural y sus símbolos exigen que cumplamos con una serie de mandatos a las que, si no lo aceptas, quedas invalidado socialmente.


Por tanto, el juego de la semiótica, aparte de ser una fuente primaria para las aportaciones históricas en cuyo caso aquí es Caguas a su vez carga con una subestimada mensajería que merece seguirse estudiando.

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