El juego de la semiótica histórico-cultural cagüeña (parte II)
- Editorial Semana

- 7 ago
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Por: Juan Illich Hernández
Ya teniendo una breve y descriptiva mirada panorámica sobre lo que envuelve el mundo de los símbolos, plus juegos del lenguaje, hemos visto cómo los entendidos sociales dependen del factor contextual. Es decir, que todo ese bagaje cultural, identitario, lingüístico y sobre todo histórico viene influenciado del entorno o lugar de procedencia en el cual nos hayamos desarrollado, en cuyo caso aquí es el pueblo de Caguas. Así que, el elemento semiótico cagüeño, aparte de ser uno único y particular entre las otras 77 municipalidades, carga con una vitalidad frecuente la cual se presenta no solo en sus arquitecturas, espacios, barrios, obras artísticas, etc., sino también, con su gente.
Tomando otra pieza integral del corazón identitario criollo para exaltar nuestras raíces e inclusive microhistoria, han sido las simbologías (estatuas) de la herencia afrocaribeña. Dichas representaciones para la psicología de masas podrían significar algo más estético que étnico-racial, pero precisamente es ahí donde se encubre la riqueza de la semiótica cultural. Para quienes aún no han transitado por el área monumental exaltada a la huella africana, esta se ubica en la carretera 183 la cual interconecta la entrada y salida del pueblo de Caguas hacia San Lorenzo. Cabe agregar, que en este espacio en el que se asienta el tríptico homenaje y trabajo del reconocido artista David Aponte Resto enalteciendo el incontrastable legado africano, aquí la figura del negro nos está precisamente expresando un mensaje.
Evidentemente, el emisor (creador) lo que busca prácticamente es evocar una reacción por parte de los transeúntes y personas que atraviesen por ese lugar, tanto a pie como por automóvil. Aunque esta escultura tenga como significado “Ritmo” según nos expone su creador David Aponte, esto no elimina la capacidad que dentro de los distintos códigos sociales y culturales que reinventamos en el día a día a la misma se le pueda resignificar. Por tal razón, considero que más allá de ilustrar los fuertes rasgos característicos de la cultura afrocaribeña, a su vez se engrandece la altísima interconexión que guarda el grounding (enraizamiento) con la música a nivel comunicativo.
Ha sido el efecto tríptico o multidimensional el que encubre los juegos históricos- simbólicos, verbales/no verbales, sombras y colores que tuvo que confrontar la cultura africana desde su devenir como mano de obra esclava. Tales puntos o pliegues bien que se ejemplifican sobre la imagen con los detalles desde el que está sentado en una caja de bacalao hasta el buleador (tambor puertorriqueño) como instrumento principal para tocar la bomba (Cantres Correa, 2013). Además, es importante puntualizar, que, en la otra calle, justamente colindante a la efigie se encuentra dos sobresalientes columnas las cuales expresan un espacio de baile para la bomba, cosa que inevitablemente debe realizarse descalzo debido a que es indispensable la interacción enérgica entre la tierra versus ser humano.
Es por ello, que resulta más que interesante el ir excavando capas tras capas, tanto a nivel orgánico como inorgánico para comprender cómo la verdadera herencia microhistórica apenas va desvertebrándose. Al ir hilando fino todos los múltiples recursos de los que se sirve la historia sea la sociología, psicología, antropología, literatura, arte y ahora la semiótica, hallamos que esta disciplina es una transdisciplinaria la cual necesita estarse reactualizando a las necesidades del momento. Quiérase decir, que eso que el filósofo del lenguaje Ludwig Wittgenstein (1931) señaló en la siguiente frase “los límites de mi lenguaje, son los límites de mi mundo” recurre a la inquietud de que es gracias al lenguaje que nos entendemos… (Continuará)





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