El Recuerdo de la lucha por Vieques
- Editorial Semana
- 11 sept
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Por: José “Conny” Varela
Han pasado más de dos décadas desde que la lucha tenaz del pueblo de Vieques logró expulsar a la Marina de Guerra de Estados Unidos, cerrando un capítulo de bombardeos, contaminación y enfermedades que marcaron generaciones. Aquella victoria fue símbolo de dignidad y de la capacidad de un pueblo para imponerse a la maquinaria militar más poderosa del planeta. Sin embargo, la semana pasada nos enfrentamos a una inquietante movida y a un penoso recuerdo: maniobras militares estadounidenses se desarrollan en suelo puertorriqueño, con desembarcos anfibios, vuelos tácticos y el despliegue de aviones militares, en un contexto de crecientes tensiones con Venezuela y rumores de una incursión armada en ese país.
El pretexto oficial es la “lucha contra el narcotráfico” en el Caribe. Pero la magnitud del despliegue —que incluye unidades de élite y equipo de guerra de última generación— sugiere objetivos geopolíticos más amplios. Puerto Rico, por su ubicación estratégica, vuelve a ser visto como “frontera” y centro de operaciones para proyecciones militares.
La historia enseña que cuando Washington convierte a la isla en plataforma de guerra, las consecuencias las paga nuestra gente: riesgos ambientales, tensiones diplomáticas y la normalización de la presencia militar permanente.
En este escenario, preocupa la actitud complaciente de la gobernadora Jenniffer González, quien no solo ha respaldado públicamente las maniobras, sino que las ha celebrado como una oportunidad para “reposicionar” a Puerto Rico en el mapa estratégico de Estados Unidos. Tal postura ignora el rechazo de amplios sectores ciudadanos y políticos, que temen que estas operaciones sean un paso hacia la remilitarización de la isla y la posible reactivación de antiguas bases.
Aceptar este despliegue, sin cuestionar, equivale a renunciar a la memoria histórica de Vieques y Culebra, donde aún persisten restos de municiones sin detonar y daños ambientales irreversibles. También implica estar dispuesto a ciegamente avalar que Puerto Rico sea arrastrado a conflictos ajenos, como una eventual ofensiva contra Venezuela, con todos los riesgos que ello conlleva para la seguridad regional.
La defensa de la paz exige rechazar cualquier intento de reinstalar en nuestro territorio bases militares con operaciones como las que hubo en Vieques y Culebra. No se trata de negar la cooperación contra el crimen organizado, sino de impedir que esa bandera sirva de coartada para convertirnos en peones de una estrategia de poder que no responde a los intereses del pueblo puertorriqueño.
El autor es representante por Caguas en la Cámara de Representantes


