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El reto del envejecimiento

  • Foto del escritor: Editorial Semana
    Editorial Semana
  • 13 nov
  • 2 Min. de lectura

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Por: Nitza Morán Trinidad


Puerto Rico envejece a un ritmo acelerado, y aunque por décadas se estimaba que nuestra expectativa de vida sería en promedio de 70 años, hemos sido testigos de lo contrario: vivimos más y llegamos más lejos. Las estadísticas proyectan que para el 2030 gran parte de la población tendrá 60 años o más. Ese dato, por sí solo, debe ser un llamado de alerta. Se hace necesario reforzar políticas públicas dirigidas a atender las necesidades y los retos de esta población que sigue aumentando y que llega a la edad de retiro con condiciones de salud física o mental, situaciones de soledad, limitaciones económicas y, en muchos casos, con dificultad para acceder a vivienda segura y accesible. Todo esto expone la fragilidad y la calidad de vida de nuestros adultos mayores.


Uno de los grandes retos, que no siempre se visibiliza, es el abandono familiar o la realidad de vivir solos. Eso debe motivarnos a crear alternativas que les permitan sentirse parte de la sociedad a la que aportaron y de la que fueron pieza esencial para su desarrollo social y económico.


Por otro lado, los hogares de cuido prolongado se han convertido en hogares sustitutos, ya sea por la necesidad de un servicio especializado o porque la familia no puede asumir su cuidado diario. Esto nos obliga a atender las necesidades inmediatas de estos centros y su accesibilidad, ya que los costos se han elevado a niveles que resultan difíciles de pagar. Hay que movernos hacia modelos que respondan a la urgencia social que enfrentamos.


Existen iniciativas innovadoras que pueden ser parte de la solución. Aunque estos centros operan como negocios, prestan servicios especializados, tienen gastos específicos y deben cumplir con regulaciones estrictas que encarecen su sostenibilidad. Una alternativa es la vivienda colaborativa; comunidades diseñadas para personas mayores que viven de forma independiente, con redes de apoyo mutuo. Este modelo, combinado con convivencia intergeneracional, ha demostrado reducir la soledad y ser menos costoso.


Por otra parte, los fondos locales y federales continúan siendo la vía más directa para impulsar proyectos de esta índole. La reconstrucción social debe dirigirse a integrar factores como vivienda, salud, infraestructura y comunidad, de manera que los centros de cuido prolongado puedan ser sostenibles y modernos. La urgencia existe y no da espacio a la indiferencia.


El gobierno debe también facilitar apoyo a estos modelos, no solo desde un enfoque fiscalizador, sino desde una visión de inversión hacia el futuro. Aunque el reto del envejecimiento no se resolverá de inmediato con programas o reglamentos, es indispensable construir un sistema de cuido sostenible. Porque cuidar de ellos es cuidar de todos.


La autora es senadora por San Juan, Aguas Buenas y Guaynabo

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