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Hogar invisible

  • Foto del escritor: Editorial Semana
    Editorial Semana
  • 25 sept
  • 2 Min. de lectura

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Por: Nitza Morán Trinidad


El hogar representa el lugar donde cada persona no solo pernocta sino también donde se alberga la seguridad personal, la familia y sobre todo donde existe ese sentimiento de pertenencia. Pensamos en muchas ocasiones en una casa, pero la realidad de un hogar es otra. La vida cotidiana y los compromisos personales y profesionales hacen que las cosas menos estimadas para unos son las más preciadas para otros, añoradas y valoradas.


Recientemente un estudio reveló que en Puerto Rico hay aproximadamente 1,031 personas sin hogar y aunque es menos que las del año pasado me parece importante prestar atención de cómo se atiende esta situación sinhogarismo, que más allá de ser un problema social se ha convertido en una crisis que se palpa en nuestras calles y que tienen rostro. En el análisis encontramos que existen historias de abandono, salud mental desatendida, pobreza extrema, adicción y falta de acceso a vivienda digna. El estudio además revelo que alrededor del 50% son ciudadanos que enfrentan por primera vez vivir en la calle y entre estos el 76% son hombres que rondan entre las edades de 35 a 55 años de edad. Mirando detenidamente encontramos que las edades reflejan las etapas adultas productivas y de responsabilidades ciudadanas. El efecto de esto podría ser lo que hemos estado viviendo estos los últimos años el alto costo de vida, la falta de viviendas disponibles en donde sectores urbanos han provocado desplazamiento por nuevas modalidades de arrendamiento a corto plazo y a esto se le añaden escasos programas de vivienda asequible que han provocado que nuestros puentes y calles sean el nuevo modelo de vivienda.


Si verdaderamente queremos atender estos hogares invisibles debemos tener requerir menos requisitos para adquirir propiedades, fortalecer iniciativas comunitarias quienes son en muchas ocasiones la primera línea de respuesta y ampliar los programas de adiciones y de salud mental con personal visitando la gente y finalmente tener centros de apoyo que ayudarian a mitigar esta falta de viviendas y poder asi atender al ciudadano. Las políticas públicas existen, pero han sido un tanto complicadas en poderse ejecutar, pero con un modelo interangencial la sociedad tendría servicios permanentes para ellos y para todos.


En definitiva, el sinhogarismo es una emergencia humanitaria y moral, reconocer esta realidad y poder atenderla con seriedad y premura es un deber ético y político de todos. La dignidad de un pueblo se mide en cómo se trata a los demás en situaciones de vulnerabilidad y de necesidades extremas. Juntos hagamos visible la casa que todos debemos tener, pero construyamos el ambiente del hogar en que se desea vivir.


La autora es senadora por San Juan,

Aguas Buenas y Guaynabo

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