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La era social y cultural de la fatiga (Conclusión)

  • Foto del escritor: Editorial Semana
    Editorial Semana
  • hace 4 horas
  • 3 Min. de lectura



Por: Juan Illich HernƔndez


Evidentemente, en cada uno de los pasados escritos, observamos cómo el imparable fenómeno del hiperconsumo, al igual que el capitalismo han reinventado y reorganizado sus medios de intervención no solo sociales, sino también psicológicas. Como ya hoy el factor intercomunicativo no es en sí una pieza clave para la vida cotidiana como muchos narcisistas dirían, dado a la alta y supuesta sobreexposición de las toxicológicas redes sociales, el producto de esta enfermiza saturación e inundación de datos es el ya mencionado síndrome de la fatiga informÔtica (IFS). Dicha psicopatología totalmente contemporÔnea ha sido despertada y desencadenada a nivel internacional por el desmedido consumo habitual de lo digitalizado.


Si se toma por ejemplo un estudio cientĆ­fico realizado en 2023 en la icónica Universidad de Yale en sobre cuĆ”ntas personas asisten al cine versus apreciar una pelĆ­cula o serie en Netflix en su hogar, nadie refutó en el decir, que la experiencia en sus casas presentó ser mĆ”s reconfortante que en el teatro. Sin embargo, al explorar en la investigación otros tipos de sensaciones que hoy se ausentan en estos espacios cinematogrĆ”ficos como la intercomunicación y el indescriptible estremezón del ā€œshockā€ que el ambiente del cine Ćŗnicamente genera, no pudieron ser superados. Esto deja mĆ”s que claro, que aun los entornos de alta interacción social y cultural que antes solĆ­an asistirse con mayor constancia son actualmente sustituidos por la esfera privada del conforte digital individualizado.


SegĆŗn el filósofo Byung Chul-Han (2024) ā€œla realidad estĆ” tan reducida en el smartphone que en las impresiones que nos provoca ya no queda ningĆŗn elemento del shock. El shock deja paso hoy al likeā€ (p.77). De hecho, este planteamiento ilustra cuĆ”n entorpecido y desgastado se encuentra no solo nuestro sistema psicoemocional, sino tambiĆ©n fisiológico. Tales efectos, nuevamente se reconfirman con las diversas facultades cognitivas e incluso motoras que ostenta esta cepa generacional Z (centennials) versus generaciones ulteriores donde existe una amplia brecha entre sus destrezas funcionales. De las caracterĆ­sticas mĆ”s afectadas por el sobreuso de los telĆ©fonos inteligentes y el intentar ser una persona productiva con el agobiante, hasta frustrante multitasking o multitareas como demanda sociocultural es la capacidad para memorizar, plus retener información.


Cada uno de los datos expuestos representa la crĆ­tica y descompuesta ā€œrealidadā€ que nos estĆ” atravesando, por lo que, el mercado del hiperconsumo embiste a la luz de lo que es tendencia cada una de sus ā€œgenuinasā€ intenciones. De este modo, todo aquello que enmarque exceso de felicidad, satisfacción, enaltecimiento, totalización y eficacia bajo su mercado de ā€œprogreso positivoā€ trae como consecuencia desestabilización a nivel psicológico e incluso sociológico la enfermedad mental actual de la autoexplotación. AsĆ­ que, esta ultraviolencia que se estĆ” generando en todo espacio que demande interacción social, prĆ”cticamente estĆ” atentando no solo contra la vida en sociedad, sino tambiĆ©n vida psicológica.


Lo característico del fenómeno ultraviolento es que en lugar de ser percibido y apreciado como algo visible e inclusive directo, actualmente va diluyéndose hacia algo mÔs intangible, pero a su vez ensordecedor. Y esta la gran particularidad que representa tener las exigencias o expectativas de la cultura contemporÔnea la cual tristemente determina en la psicología de masas el rendimiento que espera de nosotros.


Por tal motivo, para poder confrontar a este verdadero malestar sociocultural como dice Freud (1930) y fatigante autoexigencia debemos de desprendernos de la fórmula acumuladora de que cantidad es igual calidad. El disfrutarnos los procesos de cada tarea a nuestro ritmo precisamente combate la fatiga autodestructiva.

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