La era social y cultural de la fatiga (Parte I)
- Editorial Semana
- 8 may
- 3 Min. de lectura

Por: Juan Illich Hernández
Particularmente, en estos tiempos históricos, cuando lo que triunfa es el ofrecimiento de servicios y bienes, como justamente definen descriptivamente a una sociedad del hiperconsumo el desarrollo de prácticas enfermizas obsesivas-compulsivas cada vez van tornándose en el orden del día. Es decir, que eso que denominamos como manías o neurosis en el campo psicológico, actualmente son llevadas a otro plano de consumerismo, identificación, codificación e interpretación mediante lo que la cultura e inclusive mercado internacional impone desde la diversión.
Con el reinante y aparente “progreso” de las nuevas tecnologías aplicado a las mejoras arquitectónicas, facilidades automovilísticas, vida cotidiana, entre otras, el ser humano lo menos que ha hecho es asimilar estos efectos circunstanciales a nivel general. Como consecuencia de esta carencia que aún continúa transitando sin ningún detenimiento, la fatiga, tanto física como mental es tornada en el estado psicosomático de funcionalidad por excelencia. Así que, el vivir devorado por lo que dicen las redes sociales, los mismos medios de comunicación de masas y la endulzante, pero violenta moda, propician las razonables condiciones para establecer la práctica asidua de manías de todo tipo (compras innecesarias, endeudamientos, consumo particular de ciertas cosas, etc.). Esta saturada y drástica conducta de resignificar cualquier cosa que fomente autocuidado, liberación, escape en una falla u obstáculo para alcanzar la posible, pero casi imposible “autorrealización” es traducida por el capitalismo de las emociones como ser irrealizado/contraproducente. (Illouz & Cabanas, 2021).
Gran parte de esta quemazón o burnout contemporáneo como nos dirían los psicólogos del trabajo es un vivo reflejo de la flamante sociedad del hiperconsumo la cual se encuentra totalmente atrapada por lo que no solamente patentiza el marketing internacional, sino también cultura. A esta, hoy lo más que le importa es el rendimiento y la autoeficacia en lugar de procesar cada detalle de lo que computamos, digerimos e intentamos articular para así definir lo que es producente versus lo que no lo es. Más bien, aquí lo que está privilegiándose es la cantidad versus la calidad de cuanto podrías producir en X o Y momento, hecho y cualidad que pierde de perspectiva que cada trasfondo humano porta un bagaje sociocultural distinto al que regula el gran capital.
Por tal motivo, si en esta fase histórica no promueves desde tu propia individualidad la eterna búsqueda de la inagotable cuasi felicidad y placer ultrarrápidamente, no puedes definirte como exitoso o mucho menos eficaz. Quiérase decir, que las dos piezas integrales para armar un supuesto camino y ruta hacia el toxicológico éxito contemporáneo son la gratificación, plus represión. Estas dos características, aunque siempre han solido acompañarnos sea para obtener algún objetivo particular como a su vez manifestar un sentimiento de plenitud, son utilizadas y reinventadas por la sociedad del hiperconsumo con miras de autosabotear la mente humana. De este modo es que el eslogan “positivista” y “revitalizador” del emprendedurismo “yo sí puedo” o como hemos escuchado bajo estados más críticos del que nos encontramos, “Puerto Rico se levanta” son tan hipócritas como los mismos creadores de esos lemas.
Es por ello, que si logramos adentramos un poco más hacia el verdadero rostro que encubre “realmente” el gran capital económico y su diversificada sociedad del hiperconsumo, hallamos que como bien decía Carlos Marx (1859) “el capital no es solo una cosa material, sino también es una relación social de producción” (p. 46). Con este punto aclarado, abrimos paso a las múltiples maniobras que recurre el sistema económico para manipularnos (Continuará)…
Columna del Taller de Investigaciones Históricas Juan D. Hernández
Comments