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La Fortaleza tuvo agua... muchos otros en el País, no

  • Foto del escritor: Editorial Semana
    Editorial Semana
  • 30 oct
  • 2 Min. de lectura

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Por: José “Conny” Varela


La avería del Supertubo y la crisis del agua que dejó a miles de puertorriqueños sin acceso al servicio básico no fue solo un fallo técnico: es un síntoma de una enfermedad institucional más profunda. Lo que debería ser una gestión clara, responsable y empática se convirtió, una vez más, en un espectáculo mediático donde la información se dosificó como si fuera un favor, no un derecho. Claro, la Fortaleza tuvo agua, mientras miles de hogares en el resto del país no.


El Gobierno de Jenniffer González ha demostrado una preocupante tendencia a subestimar la inteligencia del pueblo. Cada emergencia se maneja con un guion predecible: declaraciones vagas, promesas de pronta solución, y una narrativa que intenta maquillar la negligencia con gestos de cercanía. La gobernadora aparece en escena con frases que simulan sensibilidad, pero que no resisten el escrutinio de la realidad. Porque no basta con decir “yo también sufro con ustedes” cuando se tiene el poder —y la responsabilidad— de evitar que el sufrimiento se repita.


La falta de transparencia en torno a la magnitud de la avería, así como los protocolos de respuesta fue inaceptable. La ciudadanía ya no tolera la mentira institucional.


Lo más grave es que esta actitud no es nueva. Se repite en cada crisis, como si el gobierno estuviera más interesado en controlar lo que se dice que en resolver los problemas. La gobernadora insiste en proyectarse como “una más del pueblo”, pero esa imagen se desvanece cuando el pueblo exige respuestas y recibe evasivas. No elegimos a una figura simbólica para que nos acompañe en el dolor; elegimos a una líder para que lo prevenga, lo enfrente y lo solucione.


La transparencia no se improvisa. Se construye con hechos, con acceso a la información, con respeto a la inteligencia colectiva. Y, sobre todo, con la convicción de que gobernar no es actuar para las cámaras, sino responder con dignidad a quienes confiaron en ti. Puerto Rico merece algo mejor que este teatro de crisis. El país exige instituciones que informen, que escuchen, y que actúen con la seriedad que la vida de la gente exige.


Lo más previsible del gobierno de turno en Puerto Rico es, paradójicamente, su constante improvisación. Cada decisión parece responder más a la urgencia del momento que a una planificación seria, y la insensibilidad ante las necesidades reales de la gente se ha vuelto norma. Mientras comunidades enfrentan carencias en sus necesidades básicas, el aparato gubernamental se dedica a producir imágenes cuidadosamente diseñadas para viralizarse, no por su contenido transformador, sino por su frivolidad. La gestión pública se ha disuelto en poses para las redes, mientras la ciudadanía espera respuestas concretas. El espectáculo ha sustituido al servicio público.


El autor es representante por Caguas en la Cámara de Representantes

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