La realidad del hambre en Puerto Rico
- Editorial Semana

- 2 oct
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Por: José “Conny” Varela
La imagen del hambre suele parecernos ajena. Sin embargo, la pasada semana el comisionado residente, Pablo José Hernández Rivera, colocó en la agenda pública el tema del hambre como una realidad lacerante y cotidiana en Puerto Rico. Una realidad que busca combatir en estos momentos desde Washington.
Pablo José denunció la realidad de jóvenes estudiantes que no tienen acceso ni a una comida diaria, madres jefas de familia que se acuestan en ayuno para que sus hijos puedan comer, adultos mayores que escogen entre comprar medicamentos o un paquete de arroz. Esta es la crónica silenciada de la inseguridad alimentaria en nuestro país, una deuda pendiente que reclama acción, empatía y firme voluntad de cambio.
No es exageración afirmar que la juventud universitaria carga sobre sus hombros el peso de una crisis alimentaria silenciada.
Por otro lado, madres jefas de familia viven bajo una presión constante: alimentar, educar y proteger a sus hijos en un entorno que les niega oportunidades y apoyo real. Más del 40% de los hogares liderados por mujeres sufren alguna forma de inseguridad alimentaria.
A pesar de la existencia de algunos programas federales y estatales para combatir el hambre, la confusión, el desconocimiento y la insuficiencia de orientación siguen siendo muros para demasiadas familias.
En medio de esta crisis, la responsabilidad del gobierno resulta ineludible. La administración de Jenniffer González ha mostrado una alarmante indiferencia. La ausencia de campañas educativas y estrategias sólidas de orientación ha dejado a miles de ciudadanos sin acceso pleno a derechos fundamentales.
Se estima que casi uno de cada tres adultos mayores enfrenta dificultades para alimentarse adecuadamente. Factores como pensiones precarias, escasez de centros de apoyo comunitario y aislamiento social agravan la situación. Las personas con discapacidades, por su parte, enfrentan trabas extras, desde accesibilidad física hasta la discriminación en la distribución de ayudas.
Frente al abandono gubernamental el Banco de Alimentos de Puerto Rico se ha convertido en columna vertebral de los esfuerzos comunitarios para combatir el hambre. Desde su fundación, esta organización ha distribuido millones de libras de alimentos, coordinando donaciones, educando sobre nutrición y sirviendo de puente entre quienes desean ayudar y quienes necesitan ayuda urgente.
Sin embargo, urge una política nacional que reconozca la inseguridad alimentaria como un flagelo intolerable, al tiempo que potencie las iniciativas existentes y canalice recursos a quienes más los necesitan. Por otro lado, la ciudadanía, inspirada en el ejemplo de organizaciones como el Banco de Alimentos, debe afirmar una nueva solidaridad nacional: que cada plato compartido sea un acto de denuncia y justicia, y cada campaña solidaria sea un paso hacia el país que merecemos.
El autor es representante por Caguas en la Cámara de Representantes






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