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La transformación de la represión persecutoria hacia una autoinducida (parte III)

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    Editorial Semana
  • 2 oct
  • 3 Min. de lectura

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Por: Juan Illich Hernández


Con el temible y horrible suceso estratégico de la infame Ley Jones impuesta en el vibrante 1917 se sentaron las bases del control socioeconómico no solo en la Isla, sino también del mundo. Tales efectos desplegaron por el globo un notorio dominio supremo en todo lo que concierne a control, saqueo, tecnologías, urbanismo, armamentismo, colonialismo, entre otras particularidades que permitieron engordar mundialmente el poder estadounidense.


En efecto, el desenlace de lo que impulsa la Ley Jones con nuestro estancamiento histórico y desarrollo cultural ha sido precisamente por los distintos obstáculos que esta maniobra colonial impuso sobre el país. Y qué mejor forma de manifestar esta represión psicopolítica que mediante las crudas leyes de cabotaje las cuales evitan por completo que negociemos a nivel internacional, plus que intercambiemos mercantilmente todo mediante el medio naval. Así que, para encubrir ese violentísimo panorama que arropa a la colonia de Puerto Rico, en plena transición de la terrible crisis económica de los años 30´s, el astuto presidente Roosevelt establece sus ayudantías federales (PRERA & PRRA). Dicha movida sirvió de maquillaje sociopolítico para maquillar no solo las críticas condiciones de vida psicosocial que vivieron los puertorriqueños, sino también creciente persecución hacia los disidentes y separatistas.


Con el supuesto estímulo económico y político que asistió el Nuevo Trato de Roosevelt fue desenlazándose en el país más que una militarización una especie de sangrienta persecución hacia el ámbito rebelde o izquierdista del país. Evidentemente, estas notorias andanzas las exalta monstruosa y pervertidamente el general Blanton Winship el cual fue el encargado de gobernarnos por cinco años. Tan feroz e ineficaz resultó ser su régimen político, que tras su liderazgo se desataron dos grandes hitos imborrables de nuestra historia no relatada en los textos tradicionalistas, los cuales son la masacre de Río Piedras (1935) y masacre de Ponce (1937).


Continuando con esta línea de pensamiento, encontramos que rara vez se dialogan en los espacios educativos sobre estos mezquinos e inaceptables conflictos históricos los cuales comenzaron a tonificarse más sólidamente en la turbulenta década los años 30´s, dado al creciente sentimiento independentista presidido por Pedro Albizu Campos (Paralitici, 2011). Si de algo tenemos que estar conscientes, es que esa transición de esta terrible década a la de los 40´s acontece en el país un fenómeno sin precedentes que abrió paso a la construcción del partido anexionista, pero que en cuyos inicios en “realidad” abogaba por la independencia de Puerto Rico, el Partido Popular Democrático en el 1938.


A raíz de las diferentes tensiones que se generaron entre los interines de los años 30’s y 40’s se apresa a nuestro máximo líder Albizu Campos y otros miembros del Partido Nacionalista, “supuestamente” por conspirar contra el imperio norteamericano, cosa que era inexistente hasta el 1947. Por tal razón, el gobierno federal se reinventa incorporando a su plantel represivo otro robocop sanguinario, Cecyl Snyder armando su Ley de la Mordaza (1948).


Es en ese sentido, que cuando comenzamos a explorar profundamente en las diversas capas sociohistóricas que ha atravesado no solo el independentismo, sino también el país, comprendemos que tan solo conocemos ciertos trazos de nuestra historia. A través del medio de eliminar información, que es lo mismo que mentir, va autoinduciéndose o mejor expresado una especie de lavado de cerebro con lo que se quiere solamente exponer como hecho y verdad histórica. Puntualizando lo antes mencionado ilustramos la rampante problemática e interminable guerra que tienen múltiples científicos sociales e historiadores contra las altas esferas de poder.


(Continuará)…

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