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La transformación de la represión persecutoria hacia una autoinducida (parte IV)

  • Foto del escritor: Editorial Semana
    Editorial Semana
  • 9 oct
  • 3 Min. de lectura

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Por: Juan Illich Hernández


Observando detallada y cuidadosamente cada uno de los encontronazos que calendarizó el gobierno norteamericano en el país desde su invasión hasta hoy, reafirmamos que la represión continua más presente que nunca. Lo característico de toda esta creciente violencia es que ya no se realiza de manera directa como solía efectuarse en el siglo pasado, dado que, en la actualidad, las nuevas tecnologías como televisores inteligentes, celulares tipo Androide o Iphone, redes sociales, GPS, drones, consolas de videojuegos, tarjetas de crédito, etc. funcionan como medio interactivo para autoinducir la persecución.


Todo el embate que se volcó después de la segunda guerra mundial, justamente en esos interines del 1944-1950, ayudó a los Estados Unidos no solo recomponerse económica y políticamente, sino también técnico- científicamente. Dentro de este ultrarrápido desarrollo, aparte de acontecer en Puerto Rico el proyecto Manos a la Obra con fines disque para introducirnos modernización a gran escala, lo menos que introdujo en su rehabilitación fue modernidad. Evidentemente, todavía al sol de hoy, permanecen flotando múltiples escombros de ese diseño socioeconómico como el obsoleto programa curricular educativo que tienen las escuelas públicas, el modelo punitivo del sistema penitenciario de jóvenes y sobre todo el de sus políticas represivas como “La Mordaza” o mejor conocida como la Ley 53 impuesta en el 1948.


Bajo la encubierta de lo que es mordaza, que significa más bien violencia directa y coacción es que en la época contemporánea se van sustituyendo esas antiguas formas de cómo vigilarnos e inclusive castigarnos como nos diría el pensador francés Michel Foucault (1970). De este modo, cualquier represalia lograría salir a flote estratégicamente mediante el aparato electrónico y su significativa inmediatez. Cabe agregar, que para desatar esta inhumana mordaza se necesitó de la colaboración de unas figuras de altísimo poder adquisitivo e influencias en el ámbito sociopolítico de los cuales toman parte protagónica los verdaderos magnates de ese tiempo del 1947-48, Jesús T. Pinero (gobernador de Puerto Rico), Luis Muñoz Marín (miembro del senado PPD) y Harry S. Truman (presidente de los Estados Unidos).


Si entrelazamos los distintos eventos que andaban manifestándose en ese entonces versus estos momentos históricos, exploramos, que la imagen del fenómeno incontenible y feroz de la mordaza tiene otro antifaz. Mediante la cultura digital y su controversial ciberseguridad que todo lo codifica o registra en el almacenador de datos hipersensibles parece ser que cualquier intercambio que hagamos con dicha plataforma este a salvo. Sin embargo, es bajo esa es especie de trueque o valor de cambio que va autoinduciéndose la invasión de nuestra privacidad por la prestación de servicios de la aplicación que estemos recurriendo. Tal es el particular caso de las grandes empresas mercantilistas como Amazon, Google, Microsoft, Meta (Facebook, WhatsApp, Instagram y Tinder), Waze, entre otras, que por usar su sistema debemos brindarle una cierta información acerca de nosotros, cosa que pudiese ser tergiversada si eso llegara hacer descodificado e inclusive hackeado.


Lo complejo de este fenómeno digital es que cualquier detalle, por más minúsculo que sea, al ser consumido y subido a la caótica, pero atrapante telaraña llamada “web” deja de ser nuestro. Quiérase decir, que este aproximado de lo que son las redes sociales y aplicaciones de todo tipo de índoles como Facebook operan e incluso mercadean los datos personales, justamente como en Puerto Rico se hizo con las carpetas en esa terrorista década de los años 70’s. No obstante, desde muchísimo antes esta dinámica estuvo desarrollada para perseguir/espiar a los nacionalistas en los años 30’s… (Continuará)

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