Movidos por propósito, no por obligación
- Editorial Semana

- 23 oct
- 3 Min. de lectura

Por: Myrna L. Carrión Parrilla
Vivimos tiempos en que el cansancio parece haberse vuelto parte del día a día. Todos corremos, todos tenemos demasiado que hacer, y muchas veces lo hacemos más por inercia que por convicción. Sin embargo, cada vez que nos detenemos a observar con honestidad, descubrimos una verdad profunda: cuando las personas actúan movidas por propósito, no por obligación, algo cambia. Cambia la manera de mirar, de servir, de construir. Cambia el país.
El propósito tiene una fuerza que no se compra ni se impone. Nace del alma, del deseo de aportar, de dejar huella. Es el motor que convierte un trabajo común en una vocación, una tarea cotidiana en un acto de amor. Cuando obramos con propósito, no solo cumplimos funciones; transformamos realidades.
En mi entorno educativo veo a diario esa diferencia. Hay maestros, padres y empleados que, aun con recursos limitados, dan lo mejor de sí porque creen en la misión que nos une: formar seres humanos íntegros. No lo hacen por un horario, ni por un sueldo, ni porque alguien los supervisa. Lo hacen porque entienden que educar es un acto de esperanza, y que cada niño que aprende, ama y crece bien acompañado puede cambiar el futuro de un país.
Por eso creo firmemente que Puerto Rico y el mundo entero, necesita más personas movidas por propósito. Necesitamos servidores públicos que trabajen por vocación de servicio, no por costumbre. Necesitamos empresarios que se muevan por el deseo de crear oportunidades, no solo ganancias. Necesitamos familias que eduquen con amor, no solo con reglas. Necesitamos comunidades que se unan porque creen en un bien común, no porque alguien las obligue.
Cuando el propósito guía nuestras acciones, hasta los retos más grandes se vuelven oportunidades. No desaparecen las dificultades, pero se transforma la mirada. Quien tiene propósito encuentra sentido incluso en lo difícil, porque entiende que cada paso aporta a algo mayor. Esa convicción genera energía, compromiso y esperanza, tres ingredientes que hoy más que nunca necesitamos cultivar.
El propósito no siempre se encuentra de inmediato; a veces se redescubre. Puede surgir de una crisis, de un cansancio profundo o de una pregunta sincera: ¿por qué hago lo que hago? Si la respuesta conecta con tus valores, con tu deseo de servir o con tu fe, entonces has encontrado el centro desde donde puedes volver a empezar.
En mi caso, cada vez que me siento agotada o desbordada, recuerdo que no estoy aquí solo para cumplir. Estoy aquí para servir, para sembrar, para acompañar. Y esa certeza renueva mis fuerzas. No elimina las carencias, pero me recuerda que el amor y la vocación son recursos inagotables cuando se comparten.
Te invito a mirar tu vida y preguntarte: ¿qué me mueve? ¿Estoy actuando por obligación o por propósito? Tal vez redescubras que, dentro del cansancio o la rutina, aún late una pasión que espera ser reavivada. Tal vez recuerdes que tu trabajo, tu rol como padre, madre, profesional o ciudadano, tiene un sentido más grande de lo que imaginas.
Si cada uno de nosotros decide actuar movido por propósito, no por obligación, Puerto Rico se llenará de personas que trabajan con alegría, sirven con entrega y viven con esperanza. Y entonces sí veremos el cambio que tanto anhelamos: un país que florece desde adentro, porque su gente vive con sentido.





Comentarios