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Más allá del 8M feminista (Conclusión)




Por: Juan Ilich Hernández


Entretejiendo los múltiples aciertos como desaciertos que el movimiento social del feminismo ha ido ejecutando con el devenir del tiempo, puede apreciarse con mayor detenimiento que ya la ingenua e inclusive mirada conceptual hacia lo que entendemos por mujer, no es ni un aproximado de lo que fue en los tiempos de antaño. Tales efectos actualmente han sido resignificados y reconstruidos no meramente por estos esfuerzos de hacer expresar la opresión, violencia de género, inequidad de derechos, entre otros, sino más bien por hacer valer la debida justicia social de visibilizar el rol protagónico que inexorablemente debe tener e ilustrar la mujer.


Si tomamos como instrumento de análisis sociohistórico, hallamos que el enfoque teórico-práctico del feminismo del segundo oleaje proveniente de los 60’s definido como el colectivo de la diferencia impulsa toda una nueva y fresca filosofía de vida. Esta descansa en el constructivismo social (en la retransformación de las cosas), hecho que hizo posible que la manera en cómo dotamos el significado de las cosas como es el cuerpo humano pueda ser redefinido. Quiérase decir, que las interacciones sociales no pueden ser reducidas a diálogos o análisis de discursos, sino más bien a personificaciones que van agregándose e incluso desagregándose a nuestra noción de identidad, ser, cuerpo, etc.


En es en ese sentido, que aún habiéndose desatado múltiples subdivisiones y prácticas dentro del colectivo feminista hasta el sol de hoy justamente como es el feminismo posmoderno, considero que el mayor influente de estas reconversiones sobre cómo concebir nuestras experiencias socioculturales e identidades representativas antisistema, lo han sido las del segundo oleaje. De ahí es que emerge la interesantísima tendencia de la sociología de los cuerpos con miras a interpretar la naturaleza humana, tanto a nivel social como fisiológico desde otra óptica valorativa. Gracias a los acontecimientos efectuados de este momento histórico logra establecerse la plena ruptura de las predisposiciones biológicas (designios de género y sexo) y estatutos jurídico-políticos (leyes que protegen al cuerpo por encima de cualquier alteración o atentado) que el Estado intenta preservar.


Así que, en términos generales el 8M en lugar de ser solamente un día de conmemoración como bien hemos subrayado, a su vez es uno de reflexión y acción- social con miras a la transformación sociopolítica. Por tal motivo, se va poniendo de manifiesto la necesidad de recurrir al ejercicio de la deconstrucción para derrumbar mitos teórico-prácticos como es concebir la predisposición genética como determinante de la identidad y representación social. Mediante este planteamiento es que esfuerzos organizativos como son las comunidades afrocaribeñas o afrodescendientes, LGBTTIQ+, indocumentados, entre otros cuerpos invisibilizados cobran otro giro significativo e inclusive valorativo ante las masas vía la búsqueda de posibilidades de ser aceptados legítima y justicieramente.


A nivel Isla, encontramos que se reconoció al movimiento feminista como un cuerpo autorizado desde el ojo “puritano” de la ciencia en pleno apogeo efervescente de los 60’s aún ya habiendo en el país distintas sociedades lideradas por mujeres desde mucho antes fundar la liga feminista en el 1917. Frente a esta situación, el cuerpo histórico y científico dejó de visualizar a la mujer como un ente sumiso, pasivo e incubador, por lo que es más que admirable lo que ha hecho el feminismo y otros movimientos sociales en busca de un bien- común.


En suma, a pesar de que se hayan demolido y modificado factores relacionales, culturales e identitarios como es el género no significa que estemos apostando a una evolución humana plenaria, por lo que es indispensable repensar en qué punto estamos…


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