Puerto Rico sin plan contra el crimen
- Editorial Semana

- 23 oct
- 2 Min. de lectura

Por: José “Conny” Varela
Puerto Rico atraviesa una de sus etapas más sombrías en materia de seguridad pública. Los titulares recientes lo confirman: asesinatos en serie durante un solo fin de semana, secuestros en aumento y comunidades enteras que viven bajo la sombra del miedo. La violencia se ha vuelto paisaje cotidiano, y lo más alarmante es que no se vislumbra un plan coherente de prevención que atienda las raíces del problema.
El crimen en la isla no es un fenómeno nuevo, pero la ola de asesinatos recientes, muchos vinculados al narcotráfico, venganzas y deudas pendientes, ha puesto en evidencia la fragilidad de nuestras instituciones. La Policía ofrece conferencias de prensa, el gobierno promete operativos y la Compañía de Turismo insiste en que “Puerto Rico es seguro” para los visitantes. Sin embargo, la realidad que enfrentan los ciudadanos en sus barrios y urbanizaciones es otra: la sensación de que la violencia se expande sin control y que las autoridades reaccionan tarde, mal y nunca.
Lo que falta es un plan. No un listado de medidas improvisadas para calmar la indignación pública, sino una estrategia integral que articule acciones a corto, mediano y largo plazo.
A corto plazo, se requiere presencia efectiva en las calles, inteligencia criminal y coordinación real entre agencias. A mediano plazo, es indispensable invertir en programas de prevención comunitaria, educación, oportunidades de empleo y rehabilitación de jóvenes en riesgo. Y a largo plazo, se necesita una política pública sostenida que ataque las desigualdades estructurales que alimentan la violencia: pobreza, desempleo, deserción escolar y falta de servicios de salud mental.
El gobierno de turno ha demostrado una alarmante incompetencia para articular esa visión. Cada administración promete “mano dura” o “planes de seguridad” que terminan siendo parches temporeros. No existe continuidad ni voluntad de construir sobre lo ya trabajado. La improvisación se ha convertido en norma, y la consecuencia es un país atrapado en un ciclo de violencia que se repite con cada generación.
La ausencia de un plan de prevención es, en sí misma, una forma de negligencia gubernamental. No basta con reaccionar a los asesinatos una vez ocurren; la verdadera responsabilidad del Estado es evitar que sucedan. Mientras se siga apostando únicamente a la represión y no a la prevención, los cementerios seguirán llenándose de jóvenes víctimas de un sistema que les falló.
Puerto Rico necesita liderazgo, visión y compromiso. Necesita un gobierno que entienda que la seguridad no se construye con conferencias de prensa, sino con políticas públicas serias, sostenidas y basadas en evidencia. La criminalidad rampante que hoy nos desangra es el reflejo de esa ausencia de dirección. Mientras no se trace un plan integral, seguiremos condenados a vivir en una isla donde la violencia dicta la agenda y la esperanza se desvanece con cada disparo a cualquier hora del día.
El autor es representante por Caguas en la Cámara de Representantes






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