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¿Qué nos está pasando?

  • Foto del escritor: Editorial Semana
    Editorial Semana
  • 14 ago
  • 2 Min. de lectura

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Por: Myrna L. Carrión Parrilla


Una reflexión sobre la violencia juvenil en Puerto Rico


Puerto Rico atraviesa un momento doloroso y preocupante. Cada semana, los titulares nos sacuden con noticias de jóvenes involucrados en actos violentos, muchos de ellos armados, muchos de ellos sin medir consecuencias. ¿Qué está ocurriendo en nuestra sociedad que hace que la vida pierda valor, que la ira se convierta en disparo, que la juventud vea en las armas una solución?


No pretendo tener todas las respuestas, pero sí quiero invitar a la reflexión. ¿Qué necesidades estamos ignorando como país? ¿Qué vacíos están llenando las armas, la violencia, la falta de respeto por la vida?


Podríamos pensar que se trata de arrebatos de coraje, de impulsos momentáneos. Pero cuando estos actos se repiten con tanta frecuencia, debemos mirar más profundo. ¿Es una forma de representar fuerza? ¿Es imitación de lo que se ve en películas, series, videojuegos? ¿Es una moda peligrosa que se ha normalizado? ¿O es el resultado de una ausencia más profunda: de valores, de principios, de fe, ¿de guía?


La juventud necesita modelos, necesita dirección, necesita espacios seguros para expresar sus emociones, para canalizar su frustración, para construir su identidad sin recurrir a la violencia. Cuando esos espacios faltan, cuando el hogar está roto, cuando la escuela no alcanza, cuando la comunidad no abraza, entonces las armas se convierten en símbolo de poder, de respeto, de defensa.


Y no podemos ignorar el rol que juegan algunos artistas y figuras públicas. Muchos de ellos tienen una influencia inmensa sobre la juventud. Por eso, hoy les hago un llamado respetuoso: así como se han unido para causas nobles, como el bienestar ambiental o la salud mental, únanse también para levantar la voz contra la violencia armada. Revisen sus letras, sus mensajes, sus imágenes. No se trata de censura, sino de conciencia. Las armas no pueden seguir siendo tratadas como si fueran bicicletas o accesorios de moda.


La violencia no es solo un problema de seguridad. Es un síntoma de algo más profundo. Es un grito de ayuda. Es una señal de que algo no está funcionando. Y si no lo atendemos con urgencia, con empatía, con acción, seguiremos perdiendo vidas, sueños, futuros.


Es momento de unirnos como sociedad. Padres, maestros, líderes comunitarios, artistas, medios de comunicación, iglesias, instituciones gubernamentales: todos tenemos un rol. Todos podemos hacer algo. Desde escuchar más a nuestros jóvenes, hasta exigir políticas públicas que regulen el acceso a armas, pasando por crear campañas educativas que promuevan la paz y el respeto.


No podemos seguir normalizando lo inaceptable. No podemos seguir viendo cómo se dispara sin pena, sin sensibilidad, sin pensar en las consecuencias. No podemos seguir perdiendo a nuestra juventud.


Hoy te invito a reflexionar, a conversar, a actuar. Porque solo juntos podemos construir un Puerto Rico donde la vida se respete, donde la juventud se sienta valorada, donde las armas no sean parte del paisaje cotidiano.

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