Retomando la historia para transformarla (parte II)
- Editorial Semana

- 4 sept
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Por: Juan Illich Hernández
Ya tomando en consideración que el terreno de lo histórico al igual que las otras áreas del saber humano son una de guerra campal, resulta fundamental el subrayar que a la historia hay que desenterrarla de los espacios ideológicos. Es evidente, que todo investigador/a tenga como referente algún marco teórico- práctico para hacer valer sus investigaciones. Sin embargo, si el interés de este no es más que reproducir repetitivamente la misma narrativa que han hecho sus antecesores con otras palabras y fuentes bibliográficas hasta la náusea, tornamos dicho suceso en uno intrascendente y sombrío.
Frente a esta usual y peculiar situación, logra entreverse, no solo la clarísima intención del historiador con el entorno sociopolítico, sino también cultural. Precisamente, el llevar al campo sociohistórico hacia un ámbito redundante, lineal y generalizado, en términos psicopolíticos se traduce en ultraviolencia directa/indirecta. Tanto es así, que el mantener engavetada y secuestrada a la historia no contada por unos pocos, saca a la luz nuevamente el papel protagónico que tienen los historiadores para su país.
Así que, como bien nos expone José Luis González (1976) la historia en lugar de ser un querer ser, ahora se convirtió en deber ser, hecho que bien lo dibujan las “supuestas grandes obras” artísticas de los héroes pasados. Es en ese sentido, que el ejercicio autocrítico del repensar: ¿Para qué hacer historia? y ¿Para qué sirve la historia? son más que indispensables si lo que se desea es fomentar la transformación social.
En el particular caso de la historia, tanto a nivel Isla como internacionalmente ha habido un notorio movimiento de reapropiación social-comunitario el cual tiene como propósito el rescate de nuestras raíces, espacios y sobre todo memoria. Un ejemplo pertinente que ilustra al detalle cómo esta práctica la retoman las organizaciones social- comunitarias es el muralismo y el mismo arte. Tomando bajo la lupa observadora a los municipios de Caguas, Cayey, Salinas, Yauco, entre otros, logra presentarse una proactiva participación de apropiación histórico- cultural.
Ha sido gracias a la apuesta por el compromiso y transformación histórica como bien se cultivó en la década de los años 30´s en Italia donde comenzó a impulsarse todo un esfuerzo multitudinario el cual buscaba promover no solo un cambio político e ideológico en el país, sino también alternativo. Esta medida impulsada por el teórico comunista italiano Enrico Berlinguer (1972) tenía cómo meta, tanto a corto como a largo plazo integrar dentro del seno político- partidista del PCI (Partido Comunista Italiano) la unificación del pueblo sin importar cuál sea su preferencia económica y política. No obstante, a quienes realmente estos andaban buscando reintegrar eran a los católicos y creyentes del sector religioso dado a las implicaciones conflictivas que presentan tener contra el comunismo.
A raíz de la tensa presión que trae consigo el compromiso histórico cultivado en Italia y prácticamente luego en Occidente por la incesante búsqueda por el comunismo y/o socialismo, más bien lo que se quiere forjar es luchar por una mejor sociedad. De este significativo hecho social fue armándose el popular término de Jean Paul Sartre (1968) “intelectual comprometido”, concepto por el cual toda figura sea escritora, docente, investigador, autodidacta, etc. debe asumir el inquebrantable encargo de facilitarle a las masas el acceso a la información.
Es en ese sentido, que al basarnos en el enfoque sartreano y a su vez de otros pensadores de renombre como Albert Camus, Fernando Picó, José Mariátegui, Ernesto Guevara, entre otros, hallamos que el poner en práctica la escritura, rehacemos la historia…
(Continuará)





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