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Retórica patriótica

  • Foto del escritor: Editorial Semana
    Editorial Semana
  • 31 jul
  • 3 Min. de lectura

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Por: Nitza Morán Trinidad


El 25 de julio es, para la mayoría de los puertorriqueños, un día feriado más. Para muchos, representa una excusa para ir a la playa. Para otros, una conmemoración sin claridad histórica. Sin embargo, esa fecha marca la instauración de un estatus político que aún define y divide a Puerto Rico: el Estado Libre Asociado (ELA).


Creado y aprobado en 1952 por el pueblo puertorriqueño, y luego ratificado por el Congreso de los Estados Unidos, el ELA pretendía ser un modelo de autogobierno dentro de la relación territorial con la nación americana. Pero más allá de la narrativa oficial, lo cierto es que el ELA ha generado décadas de debate sobre lo que somos y de lo que deberíamos ser. Para los sectores más conservadores, el ELA es un punto medio funcional. Para muchos en la izquierda, en cambio, representa una tragedia histórica, la pérdida de la soberanía, de la capacidad de establecer relaciones internacionales, de tomar decisiones propias en salud, educación o economía. Y mientras tanto, persiste el que no podamos votar por el presidente de los Estados Unidos, no tenemos representación plena en el Congreso, y seguimos bajo un modelo colonial, aunque con ciudadanía americana.


Ya las urnas han demostrado —en múltiples ocasiones— que la mayoría del pueblo busca otra cosa como igualdad plena, la estabilidad, y una relación política que no sea de subordinación sino de relación estrecha con Estados Unidos. Aun así, el pasado 25 de julio, el Partido Popular Democrático celebró en Mayagüez los 73 años del ELA. El orador principal fue su presidente y comisionado residente, Pablo José Hernández, quien ofreció un discurso cargado de simbolismo y nostalgia en un coliseo a media capacidad. Propuso un “pacto renovado” para fortalecer el ELA, uno que, según él, permita consentir la aplicación de leyes federales, pero con un modelo intermedio de mayor autonomía. Su llamado incluyó críticas a lo que calificó como “timidez, cobardía e ignorancia” de gobiernos pasados en la defensa del ELA. Sin embargo, más allá de las consignas, lo que quedó claro fue que el Partido Popular necesita más que una refundación, necesita un renacimiento ideológico completo. El intento de revivir el mito del pacto bilateral, como si Puerto Rico fuese un socio igualitario de Estados Unidos, es un anclaje a una visión del pasado que ya no representa la voluntad del presente. El ELA, tal como existe hoy, es un modelo estancado que no responde a la aspiración real de los puertorriqueños.


Los resultados electorales recientes fueron contundentes el pueblo ha votado por la estadidad en cuatro ocasiones. Lo que se busca no es un arreglo temporal, sino derechos plenos y representación total. Somos ciudadanos americanos, y lo justo es que tengamos los mismos derechos que los demás. Tampoco podemos permitir que la izquierda insista en un modelo soberanista que solo añade incertidumbre. No hay futuro prometedor en la renuncia a lo que ya tenemos, la ciudadanía, el acceso a programas federales y vínculos institucionales que ofrecen seguridad y estabilidad.


Hoy más que nunca, la discusión sobre el estatus requiere valentía, visión de futuro y acción decidida. No retórica vacía. Porque Puerto Rico no merece vivir a medias, ni depender del mito de una asociación sin poder real. Merece ser parte completa de la nación a la que ya pertenece.


La autora es senadora por San Juan, Aguas Buenas y Guaynabo

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