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Santa Bárbara cuando truena

  • Foto del escritor: Editorial Semana
    Editorial Semana
  • 24 jul
  • 2 Min. de lectura

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Por: Lilliam Maldonado Cordero


Para que no mueran los mitos, las leyendas y hasta muchas expresiones de conciencia y fe, debemos recordar, repetir y contar los relatos y alegorías que, por años -a veces siglos y milenios-, han enriquecido la sabiduría del pueblo al dar vida a gran parte del refranero popular.


Muchos, particularmente los miembros de las más recientes generaciones, no conocerán de dónde viene el dicho: “Fulano se acuerda de Santa Bárbara solo cuando truena”. Esta frase se refiere a quienes viven de forma plácida y desenvuelta, olvidándose de familiares, personas, deberes o responsabilidades hasta que se encuentran en problemas o dificultades, y acuden a ellos a pedir favores y reclamar privilegios. De ahí que, cada vez que nos encontrábamos en algún aprieto en nuestra juventud, acudíamos a las abuelas intercesoras o los tíos alcahuetes para que nos “salvaran la vida” de una reprensión o castigo.


Pero, ¿quién es santa Bárbara? La tradición cristiana nos da cuenta de una joven llamada Bárbara que fue martirizada por no renunciar a su fe. Su perseverancia la llevaría a convertirse en la patrona de quienes enfrentan peligros, como tormentas, rayos y explosiones, siendo eventualmente declarada intercesora de los creyentes católicos en busca de protección ante estos fenómenos. Para los paganos, Santa Bárbara es la conciencia que nos advierte que debemos acordarnos de nuestros seres amados, particularmente familiares y amigos siempre, no solo cuando estamos en aprietos o cuando están a punto de partir.


La leyenda o historia de Santa Bárbara nos presenta a una joven que era hija de un rico pagano de nombre Dióscoro. Existen varias versiones que alientan este personaje. Se dice que Bárbara fue encerrada en una torre para protegerla de lo cristianos. También, que querían proteger su belleza evitando que tuviera contacto con hombres. Estando encerrada, Bárbara se convierte al cristianismo y, como muestra de su fe, hace construir tres ventanas en la cárcel de su torre como signo de adoración a la Santísima Trinidad. Su padre, enfurecido al enterarse de la conversión de Bárbara, la somete a torturas y termina conduciéndola a la cima de una montaña para él mismo decapitarla. Inmediatamente consumada la cruel ejecución, se dice que el cielo se abrió para dejar caer un rayo sobre el crisma de aquel desalmado, matándolo en el acto.


Algunas de las intercesiones atribuidas a Santa Bárbara incluyen aquellas a favor de quienes enfrentan una muerte repentina, ofreciéndosele la oportunidad de arrepentimiento y salvación final. También, para tiempos en que se introdujo la pólvora, fue invocada para proteger a los trabajadores de los accidentes asociados a explosiones. Es por esto que, también, se le conoce como la patrona de los artilleros y mineros.


Volviendo al refrán que ha hecho a Santa Bárbara más conocida entre el pueblo, reflexionemos sobre este para evitar que, cada vez que reaparezcamos en la vida de alguien, más por necesidad que por estima, no nos olvidemos de esos que, en su momento, han estado cerca de nosotros. Seamos diligentes en dar seguimiento a nuestras amistades y familiares, y agradecidos con quienes nos prodigan afectos y consideraciones durante el tránsito de nuestras vidas. No hay que esperar que “estalle un trueno”.

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