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Traficante de miedo, dependencia y colonialismo

Foto del escritor: Editorial SemanaEditorial Semana



Por: Prof. Luis Dómenech Sepúlveda


“El mayor triunfo de los imperios es enseñar al colonizado a devaluarse a sí mismo”

(Oscar López Rivera)


Nada peor para los pueblos colonizados que sus propios intelectuales (académicos, abogados, científicos sociales) se presten a sí mismos como burdos traficantes de miedo, desesperanza, impotencia y dependencia perniciosa a cambio de privilegios, prebendas y oportunismos personales. Lamentablemente, ese es el caso, entre otros profesionales, del abogado, catedrático y analista político, Carlos Díaz Olivo, sin duda, uno de los contratistas del bipartidismo político más colonizados, renegados y aduladores del régimen colonial en que vivimos desde 1898. Su grado de veneración y defensa incondicional de los intereses económicos, hegemónicos y geopolíticos de Estados Unidos en Puerto Rico es ilimitado y vergonzosamente repudiable.


Como se sabe, recientemente se trajo a la atención pública rumores a los efectos de que el presidente Donald Trump y algunos congresistas republicanos se expresaron a favor de otorgarle a Puerto Rico su soberanía política, bien por la vía de la libre asociación o la total independencia. Ello ha provocado una histérica ofensiva mediática, particularmente del anexionismo antipatriótico, cuyo protagonista ha sido, precisamente, Carlos Díaz Olivo, analista y catedrático de derecho de la Universidad de Puerto Rico. Durante los pasados cuatrienios, este notorio anexionista a sueldo se ha dedicado a venerar y justificar la presencia omnipotente del implacable colonizador en Puerto Rico. Naturalmente, ese comportamiento servil e incondicional a favor del régimen colonial impuesto por EEUU a los puertorriqueños es característico del anexionismo renegado de nuestros tiempos, mercaderes compulsivos del miedo, impotencia y dependencia perniciosa. De hecho, la metrópolis debe estar de plácemes con semejante adulador colonial de la calaña del letrado, Díaz Olivo.


Desde luego, para haber imperios, tiene que haber colonias, y para haber colonias tiene que haber colonizados. Lo menos que se necesita en las colonias es que sus intelectuales actúen como portavoces de la dignidad, integridad, el honor, el decoro y la conciencia nacional de los pueblos subyugados. De ahí la grandeza histórica de María de las Mercedes Barbudo, Ramón Emeterio Betances, Eugenio María de Hostos, Lola Rodríguez de Tió, Segundo Ruiz Belvis, José de Diego, Pedro Albizu Campos, Gilberto Concepción de Gracia, Juan Mari Bras, Lolita Lebrón, Blanca Canales, Rafael Cancel Miranda y Julia de Burgos. Todos ellos y ellas, desde sus diversas trincheras, emprendieron el heroico camino hacia la emancipación y redención del Pueblo de Puerto Rico.


Se trata de un derecho inalienable, legítimo, innegable e irrenunciable ante la historia y ante el derecho internacional. Ello, en contraposición a los mezquinos intereses económicos, geopolíticos y hegemónicos del imperialismo subyugador. Sin embargo, diversos sectores del intelectualismo boricua contemporáneo han preferido alinearse a favor de los intereses del capitalismo depredador de la implacable metrópolis a cambio de privilegios, prebendas y oportunismos coloniales.


Países más pequeños que Puerto Rico (Trinidad & Tobago, Barbados, Marta, Singapur) han logrado calidad de vida, desarrollo y crecimiento económico y estabilidad democrática y, como tal, ninguno de ellos contempla regresar a su antigua condición colonial.

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