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Un referente para los gobiernos solidarios

  • Foto del escritor: Editorial Semana
    Editorial Semana
  • 8 may
  • 2 Min. de lectura



Por: Prof. Luis Dómenech Sepúlveda


“Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo; enseñarás a soñar, pero no soñarán tus sueños; enseñarás a vivir, pero no vivirán tu vida. Sin embargo, en cada vuelo, en cada sueño y en cada vida, perdurará para siempre la huella de tu enseñanza”. (Madre Teresa de Calcuta)


Creo firmemente que el ideario y discurso humanitario del Papa Francisco debiera servir de referente para la creación de un nuevo Manual de Administración Pública que ilumine y sirva de guía para los gobiernos que rigen los destinos de sus respectivos pueblos. Más aún, entiendo que, aparte de su legado como máximo jerarca de la Iglesia Católica, los pueblos necesitan lideres de la magnitud humanitaria y solidaria del Papa Francisco. Dicho de otro modo, sus enseñanzas deben servir de guía para que los servidores públicos gobiernen para el bien común y no para los intereses del gran capital internacional.


Como se sabe, el fallecimiento del Papa Francisco no solamente estremeció la fibra emocional de los pueblos católicos, sino también al resto del mundo incluyendo, desde luego, a los no católicos, agnósticos y ateos. Y es que el Papa Francisco, con su humildad y claridad de pensamiento, logró ganarse el respeto, la admiración y la credibilidad de la abrumadora mayoría de los pueblos, incluso, de los sectores no católicos de nuestros tiempos. Ello, gracias a sus auténticos y humanitarios mensajes a favor de la dignidad humana, la solidaridad y la compasión por los excluidos de la tierra, pilares indispensables de los gobiernos solidarios.


Recuérdese, además, que el Papa Francisco condenó con vehemencia: (1) la explotación y la esclavitud provocada por la avaricia del gran capital internacional, (2) la matanza de niños, madres solteras y ancianos provocada por las infames y criminales guerras contra árabes, palestinos, ucranianos y latinoamericanos y (3) la poca sensibilidad y compasión gubernamental ante los miles de emigrantes (afrodescendientes, asiáticos, latinoamericanos) que intentan forjarse una mejor y digna calidad de vida. Es decir, el Papa Francisco fue un férreo defensor de la justicia social, la equidad y la solidaridad ante los oprimidos, desamparados y personas diferenciadas. Ello, por supuesto, mediante políticas de sana administración pública.


Si bien es cierto que sus mensajes resultaban incómodos para los sectores más conservadores y defensores del capitalismo amoral de nuestros tiempos, nadie puede negar que el Papa Francisco logró penetrar en la consciencia de la abrumadora mayoría de los pueblos contemporáneos. Más allá de su prédica cristiana, el Papa Francisco se convirtió, durante sus 12 años en el Vaticano, en el máximo líder moral logrando tocar los corazones de millones de creyentes y no creyentes del planeta Tierra. Como dijera el intérprete urbano René Pérez (Calle 13): “Se trata de un Papa irrepetible”.


Resulta, por tanto, contradictorio la cantidad de gobiernos conservadores, autoritarios, corruptos y anti solidarios, incluyendo el gobierno colonial de Puerto Rico, que alcanzan y retienen el poder político gracias al apoyo electoral de miles de feligreses de las diversas denominaciones religiosas.

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