Una Cámara sin brújula en la segunda sesión ordinaria
- Editorial Semana

- 27 nov
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Por: José “Conny” Varela
El cierre de la segunda sesión ordinaria de la Cámara de Representantes de Puerto Rico ha dejado un sabor amargo en la opinión pública. Lejos de convertirse en un espacio de deliberación productiva y de propuestas que atiendan las necesidades urgentes de la ciudadanía, la sesión se caracterizó por una pobre productividad legislativa y por la aprobación de medidas que, más que responder a problemas concretos, parecieron diseñadas para adelantar agendas morales y religiosas de carácter polarizante.
El balance legislativo es decepcionante. En un país que enfrenta retos estructurales en materia de energía, educación, salud y desarrollo económico, la Cámara no logró articular proyectos de trascendencia que mejoren la calidad de vida de los ciudadanos. La ausencia de legislación sustantiva en áreas críticas refleja una desconexión preocupante entre la clase política y las demandas sociales. La ciudadanía esperaba propuestas que atendieran la crisis energética, la precariedad de los servicios de salud o la necesidad de fortalecer la educación pública, pero lo que recibió fue un catálogo de medidas de escaso impacto práctico.
Más aún, la controversia se intensificó con la aprobación de proyectos que responden a posturas morales y religiosas específicas. Estas iniciativas, lejos de generar consensos, profundizaron divisiones en la sociedad puertorriqueña. La Cámara se convirtió en escenario de debates que, en lugar de buscar soluciones inclusivas, intentaron imponer visiones particulares sobre temas sensibles. En un país plural y diverso, legislar desde la moral religiosa de un sector no solo resulta excluyente, sino que erosiona la legitimidad de la institución.
La crítica no se limita al contenido de las medidas, sino también al estilo de gobernanza que se proyecta. La Cámara parece haber renunciado a su rol de foro democrático para convertirse en un espacio de pugnas ideológicas desconectadas de la realidad cotidiana. La política pública se reduce a gestos simbólicos que generan titulares, pero no transforman la vida de la gente. Esta dinámica alimenta el desencanto ciudadano y fortalece la percepción de que la legislatura opera más como un escenario de confrontación que como un motor de soluciones.
En tiempos de crisis fiscal y social, la productividad legislativa no puede medirse únicamente en números, sino en la capacidad de las medidas aprobadas para responder a las necesidades colectivas. La segunda sesión ordinaria de la Cámara de Representantes fracasó en ese cometido. El país requiere una legislatura que legisle con visión de futuro, que priorice la equidad y la justicia social, y que se atreva a enfrentar los problemas estructurales con propuestas serias y viables. Mientras la Cámara insista en legislar desde la polarización y la irrelevancia, seguirá perdiendo credibilidad y dejando a la ciudadanía sin respuestas. Evidentemente, la mayoría de los legisladores del PNP han fracasado en su deber de legislar conforme a las prioridades del Pueblo. Es claro que los intereses de Puerto Rico no son sus mismos intereses. Tristemente, restan tres años, y cuatro sesiones legislativas ordinarias más, para remediar el desatino de una legislatura que no piensa ni siente como el Pueblo de Puerto Rico.
El autor es representante por Caguas en la Cámara de Representantes






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