Una semana entre renuncias, ataques políticos y el anhelo de un mejor gobierno
- Editorial Semana

- 10 jul
- 2 Min. de lectura

Por: José “Conny” Varela
Bajo la administración de Jenniffer González, la renuncia de jefes de agencia se ha convertido en la nota recurrente en los pasillos del poder. Esto, lejos de ser un simple traspié administrativo, es un síntoma grave de inestabilidad y falta de visión para la gobernanza que exige el país. ¿Cómo puede una administración aspirar a la eficiencia y al progreso si no logra retener a quienes son responsables de ejecutar sus políticas públicas?
La fuga de talento dentro de las agencias va más allá de los nombres de quienes se marchan. Revela crisis de confianza en las estructuras internas, fragilidad organizacional y, sobre todo, incapacidad para ofrecer certezas en el timón del gobierno. Las consecuencias de estas renuncias repercuten directamente en la vida cotidiana de las personas, desde retrasos en servicios esenciales hasta el estancamiento de proyectos cruciales para el desarrollo de la isla.
A este panorama de inestabilidad en Puerto Rico, se suma el espectáculo político de los últimos días. En una reciente aparición pública, Juan Dalmau Ramírez decidió arremeter contra Pablo José Hernández, formulando críticas que carecieron de fundamento y profundidad. Más allá de la retórica acostumbrada, Dalmau optó por ataques personales y argumentos vacíos, en vez de aportar ideas concretas para el debate público.
Este tipo de intervenciones, lejos de elevar el nivel de la discusión, solo alimentan el desencanto y la polarización, desviando la atención de los verdaderos problemas que aquejan al país.
En contraste, la actitud de Pablo José Hernández ha sido ejemplar. Lejos de caer en provocaciones, respondió con mesura y argumentos, centrando su discurso en propuestas y en la necesidad de fortalecer las instituciones puertorriqueñas. Su temple ante las críticas y su insistencia en un debate respetuoso y orientado a soluciones son un recordatorio de que es posible hacer política desde la responsabilidad y la integridad.
Hernández ha demostrado que no se trata de responder como farandulero, sino de elevar la conversación pública y poner el bienestar de la ciudadanía por encima de todo.
A la luz de estos eventos, la candidatura de Pablo José Hernández emerge como una esperanza genuina para enderezar el rumbo de la administración pública en Puerto Rico.
Puerto Rico necesita liderazgos que inspiren, que convoquen a la participación y que apuesten por el diálogo y la concertación. Ante la inestabilidad actual y las batallas estériles, la figura de Pablo José Hernández nos invita a imaginar un país diferente, capaz de superar la incertidumbre y de construir, por fin, un futuro más justo y próspero para todos los que amamos a este país.
El autor es representante por Caguas
en la Cámara de Representantes






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